Bienestar

Porque di

porque-diCada uno de nosotros somos un pequeño mundo lleno de pequeñas fisuras, nos caemos y nos levantamos cada que nos suceden infortunios; lloramos, tragamos polvo y nos volvemos a ilusionar, nos enamoramos, nos des enamoramos, reímos, brincamos, nos rompemos y la vida, las circunstancias y nuestros maravillosos genes, nos vuelven a pegar.

¡Qué maravillosa es nuestra anatomía! Nos permite experimentar toda clase de sentimientos: amor, odio, egoísmo, lujuria, gula, raciocinio, llanto, risas, felicidad, alegría, tristeza, ambivalencia, tranquilidad. Simplemente SENTIR.

Y hoy debo confesar que estoy simplemente lista para reír, aún no sé si desde el fondo de mi corazón, pero si está muy cerca la bala, porque me encantan los días soleados. Amo el viento en mi cara soplándome secretos, me mojo con la lluvia y no le temo a los truenos. Sí, debo confesar también que me pegué en el nervio del alma, ese que hace que descubras partes internas que no sabías siquiera que existían.

¿Se han pegado en el codo? Ese golpe que hace que gritemos. Algunos dicen que si es en el codo izquierdo, es de buena suerte y que no hay que sobarlo. Pues ese efecto fue provocado en mi alma, y sí que dolió. El codo mínimo te lo sobas, pero ¿cómo llegar a mi alma para sobarla? Simplemente no hay forma, así que tuve que soportar el dolor del golpe.

Y por extraño que parezca, agradezco el porrazo, me di cuenta que tengo mucho aún que sentir y que era solo un previo, un antes, un pasado, una antesala a la verdadera emoción, esa que valdrá la pena; y por masoquista que parezca, aprendí.

Me siento feliz, porque experimenté la agonía combinada con pedacitos de cielo, porque lloré de felicidad, porque durante algún tiempo no era necesario que durmiera, comiera o bebiera, simplemente era fuerte internamente para vivir. Me acarició el Dios que conocemos para sacarme del círculo violento del confort sentimental, y me apasioné tanto con su llamado que lo seguí.

Respiro fuerte y lloro, también de felicidad, pero el llanto ya no tiene ambivalencia ni dejos de pérdida. No tengo miedo ya. Ha pasado el ventisco malvado del engaño, mi corazón desea permanecer ausente, pero sé que vendrá, sé que pronto estará listo para incitarme la sonrisa profunda, ya me lo confesó en sueños.

Pero, sobre todas las experiencias, aliento a mi ser, que se levanta, que ríe, que rompe en llanto con el final de esa película palomera de amor, que ansía el romance de la utopía y que aún confía, que aún cree. Me levanté con el cuello erguido y con los brazos fuertes, y aunque mi corazón desea espacio y tiempo, estoy lista para dárselos.

Sí, me equivoqué, pero ¿qué sería de mi pequeño mundo sin errores, sin fisuras? Un hueco más en el espacio, una roca más inmóvil, un suéter más guardado en Navidad, una caricia vacía y un espejismo real. No, lo toleré pero al fin saqué del clóset a mi tranquilidad interna, y mi paz eterna porque di. Di lo que tenía, no lo que me sobraba, di lo que quise, lo que me nació, lo que estaba escrito que diera y lo que no tenía también.

Di y me alegro, me enorgullezco de haberlo hecho. Di… di todo, con todo y ante todos. Por eso duermo tranquila, por eso trabajo cantando, por eso bailo volando, por eso manejo cuidadosa, por eso camino libre, por eso como extasiada y me relajo con el masaje del paso del tiempo. Por eso sonrío por nada y recuerdo cada instante con alegría. Lo mejor está aún pendiente, porque me toca seguir dando, pero al fin, al fin estoy apta para recibir de mí simplemente porque di.

Escrito por: Evangelina Jiménez

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