Bienestar

El estrés saludable

Irritabilidad, sudor en las manos, peso en la espalda, insomnio. Cuando pensamos en estrés probablemente pensemos en alguno de estos síntomas. Asociamos el estrés con una sensación de malestar y un estado de tensión. Sin embargo, el estrés es mucho más que eso. El estrés, como muchas cosas en la vida, depende de la forma en que lo tomemos. Existe un estrés saludable, que no sólo es benéfico sino deseable y tiene que ver con saber manejar nuestro estrés.

El estrés es una reacción natural de nuestro organismo. Ante lo nuevo, ante la incertidumbre o ante los retos, el estrés se presenta como un estímulo para ayudarnos a salir adelante. El estrés ha ayudado a nuestra especie a sobrevivir por siglos, pues nos ayuda a reaccionar ante una amenaza. Se libera adrenalina, se generan cambios en nuestro cerebro y nos preparamos para afrontar los retos.

Los psicólogos distinguen entre dos tipos de estrés. El distrés, que se refiere al estrés negativo, y sostenido prolongadamente nos puede llevar a la ansiedad o la depresión. Y el eustrés, que nos permite reaccionar ante los cambios y hacer frente a las situaciones. Este tipo de estrés es el que utilizan las personas cuando dicen que les gusta trabajar bajo presión, es el que nos mantiene despiertos cuando debemos trabajar hasta tarde para lograr cumplir plazos e incluso lo que motiva nuestro espíritu de competencia.

Un poco de estrés es bueno para nosotros. Es algo que da el sabor a la vida, nos mantiene alertas, nos impulsa a superar retos y alcanzar metas. Sin esa dosis de estrés y adrenalina, nos sentiríamos desmotivados, aburridos, apáticos e indiferentes.  Lo importante es saber gestionar nuestro estrés. Cuando se presenta un obstáculo o un cambio que nos hace entrar en estrés, tenemos dos opciones.  Preocuparnos y agobiarnos porque no sabemos cómo resolverlo o tomarlo como un reto e impulsarnos a superarlo.

Sin embargo, incluso esta constante excitación provocada por el eustrés, también puede convertirse en distrés si se mantiene permanentemente. Existe un umbral de resistencia, llega un punto en que nuestra capacidad de adaptarnos se ve minada por el estrés constante y nuestro cuerpo lo resiente, ya no puede soportarlo y puede provocar daños en nuestra salud tales como diabetes, hipertensión y una disminución de nuestras defensas.

Hans Selye, especialista canadiense, compara el estrés a la temperatura corporal, señalando que cuando esta sube por encima del rango normal, es cuando debe considerase preocupante. Es necesario estar atentos, pues la línea que divide el estrés saludable del dañino, puede ser muy fina, sobre todo considerando que solemos restar importancia al estrés que padecemos.

Para mantener nuestro estrés en  equilibrio vale la pena ser consciente de nuestras propias capacidades y limitaciones, encauzar adecuadamente el estrés, sacarle provecho y enfocarlo en nuestras pasiones, elegir adecuadamente nuestras batallas y no dejar de lado las estrategias que nos ayuden a reducir el estrés. Hacer ejercicio, ver las cosas positivamente, jerarquizar, compartir lo que sentimos o meditar, por ejemplo.

Habrá situaciones fuera de nuestro control que propicien el estrés, pero lo más importante es ante todo, saber utilizar ese estrés de la forma más positiva posible.

Escrito por: Elena Pedrozo

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