Familia

Que tu ‘No’, sea No

Escrito por: Maggie Robles

E

ntró a una tienda y observó cómo un niño se tiraba al suelo y hacía rabietas. ¿Qué pasaba? Su madre se negó a comprarle un juguete.
Caminó hacia el siguiente pasillo y… la misma historia.
Se quedó observando de lejos las escenas y sonrió al ver lo audaces que son los chiquillos y de lo que son capaces de hacer para conseguir lo que quieren.

La primera madre abochornada y sin poder detener al niño, cedió a su petición y el chiquillo se salió con la suya.
Pensó, ¿qué hará la otra madre? La siguió observando. El niño seguía insistiendo, pero la madre parecía más fuerte que él. Parecía ignorarlo, más bien, lo ignoraba. Ella seguía ocupada con lo suyo. Una vez más le repitió: Dije que no. No es, no.
Salió de la tienda con el hijo hecho un mar de llanto. Al poco rato, el niño se entretuvo con el perrito de otro cliente y parece que se le olvidó el asunto por el que lloraba.
Pensó: El ‘no’, no le hizo daño al niño. No creo que ya odie a su madre por eso.
Señora, perdón, pero ¿por qué no le compró a su hijo lo que pedía?
Sólo pide por pedir. Los niños quieren todo. Pero si yo hubiera comprando ese juguete estaría allí, botado bajo el asiento. En realidad no le importaba, más bien, creo que es una especie de impulsividad. O a lo mejor sí lo quería y mucho, pero ya le expliqué además que no me alcanza el dinero, que otro día se lo compro. Pero por ahora, mi no es no. Por la razón que sea.
CorrióAprendí a ilusionarme con las promesas, a esperarlas, a tener paciencia, a obedecer, a sujetarme a las circunstancias hacía la otra señora. Perdón, ¿por qué le compró el juguete a su hijo? La señora extrañada por la pregunta dijo: Porque no quiero que a mi hijo le falte nada, no quiero que anhele cosas, si está a mi alcance dárselo se lo doy. Además estaba barato. Lo quería, no vio cómo lloraba, prefiero ceder que tener que soportar sus rabietas, la verdad.
Se quedó pensando en el incidente y recordó su propia niñez:
Cuántas veces tuve que aguantar el ‘no’ de mis padres. ¿Y qué me paso? Me ponía triste.
¿Qué más me pasó? Aprendí que mis padres no eran malos por eso, porque si era algo que yo realmente quería, ellos de antemano lo sabían y me lo compraban, pero nunca a la primera. Así que aprendí a ilusionarme con las promesas, a esperarlas, a tener paciencia, a obedecer, a sujetarme a las circunstancias.
¿Y si de plano no me lo daban? Aprendí que a veces no todo es posible y aun así se puede ser feliz. Aprendí a estar contenta con lo que ya tengo.
Se le vino a la mente su amigo… al que todo le daban.
Pensó: Aprendí lo insensata que se vuelve el alma que se engorda con todos los deseos concedidos. La ingratitud y desprecio que asoma, que arrastra, que despide un ser así.
Un día vendió el apartamento que su padre le regaló y derrochó el dinero, le pregunté:
-¿Por qué lo hiciste?
-Que me compre otro, punto.
-¿No valoras el sacrificio que hizo por ti?
-¿Cual? A él sólo le pido y allí está. No sé de cuál sacrificio hablas.
Y el día que fue a dar a prisión:
-¿Qué paso?
Me respondió soberbio: Lo quería, punto.
-¿Robaste?
-No, la forcé. Nunca he aprendido a recibir un ‘no’, por respuesta.

Escrito por: Maggie Robles

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