Bienestar

Ayuda con las fobias

 

Resulta que hay personas que le tienen miedo a las arañas, a los lugares cerrados, a las alturas, a la figura del número 13, a las serpientes, perros, insectos y otros animales, a los puentes, a los gérmenes, a lo oscuro, a los relámpagos, en fin, a cualquier cantidad de cosas.
Esta es una reflexión, no sobre las fobias y los fóbicos, que ya tienen bastante con su problema, sino para los no fóbicos.

Seguramente usted conoce a alguien que padece alguna de estas fobias y  puede no entender “a quién se le ocurre tenerle miedo al número 13”. Es más no puede entender porque se pone tan alterado. Probablemente, concluya que es un exhibicionista que demanda más atención de la que debe, o un exagerado, o simplemente finge. ¿Cómo esas cosas pueden alterar de esa manera, incluso hasta ridícula, a las personas?

Si usted no tiene una fobia le felicito, le envidio,  le admiro. Por eso, y a nombre de muchos fóbicos como yo, le pido un poco de atención y comprensión para con nosotros. Por ello, déjeme le cuento qué se siente estar del otro lado.

Uno es normal, como usted, es inteligente o no, eso no importa. Uno tiene un trabajo, casa, familia, amigos, cultura, dinero o no, lo que sea, como quien dice uno realmente es normal y vive una vida normal. De repente, las circunstancias lo enfrentan al objeto de la fobia; le voy a contar una de las mías: la acrofobia (temor a las alturas) que me temo, no es la peor y por eso puedo decirle lo que se siente con más claridad.

Imagínese que uno va evitando este encuentro, aunque a veces también lo busca, porque las fobias son así: causan repulsión y fascinación al mismo tiempo.

De repente tengo que subir una escalera que da al vacío. De entrada, me sudan las manos, no me puedo mover, siento que mi cuerpo no me responde en forma normal, a veces me dan vueltas las cosas (dependiendo de la altura). No pienso en nada, no escucho (no es que pierda la facultad de oír, simplemente no entiendo nada de lo que se dice a mi alrededor), dejo de respirar normalmente, quiero gritar y llorar, no quiero que nadie me toque, ni se me acerque, ni me hable. Como se puede se sale de ese trance y pasado el susto, uno vuelve a ser tan normal como usted.

¿Qué nos pasa? No es razonable y creo que todos los fóbicos, en el fondo lo sabemos. De eso se tratan las fobias, de temores irracionales.

¿Cómo ayudarnos?

Le pongo dos casos. En el primero, es cómo usted cree que podría ayudarnos y en el segundo de cómo me gustaría que me ayudaran. De entrada le comento que este asunto de las fobias sólo la puede resolver el fóbico, si es que algún día lo logra, trabajando su interior en forma constante. Hasta ahora, sé que se puede mejorar, pero aliviar del todo, no estoy segura.

Primer caso. La ayuda desde su punto de vista.

Usted entiende perfecta y racionalmente que:

• Los puentes no se caen, así nomás porque uno los pise.
• Hay seguridad en un avión, de otro modo la gente no viajaría.
• Las fotos de las serpientes son sólo fotos y no van a salir de la ilustración para atacarlo a uno.
• Las arañas no se salen de los frascos cerrados y tapados, a menos que uno destape el frasco y la saque, por tanto es imposible un ataque de este bicho si el frasco está cerrado.
• Un elevador se puede abrir en el siguiente piso sin que suceda ningún percance.

Por tanto cuando un fóbico empieza con sus cosas, usted amablemente, se le acerca y trata de hacerle entender que nada le va a suceder, es más le da un sinfín de especificaciones y datos racionales respecto a cómo salir de su trance. Es tan lógico, que es imposible creer que el fóbico no pueda ver las cosas como en realidad son, más si es una persona “tantitito” inteligente. En un momento de iluminación, usted considera el trance como un momento crucial para aliviarlo de una vez de sus temores infantiles, enfrentándolo al objeto de su fobia.

No entiende cómo es posible que esta persona no le haga caso, es más que le grite y le trate con descortesía, si usted sólo trata de la mejor manera de ayudarle. ¿Sabe qué? Está loco este fóbico, que se haga bolas con sus rollos. Usted ha decidido no volver a tratar de ayudar.

Segundo  caso. La ayuda desde nuestro punto de vista.

A menos que la persona sea efectivamente un exhibicionista, cuando observe los síntomas que le describo sólo quédese atento. No se acerque a menos que el fóbico se lo solicite. Preferentemente no le hable, pero si lo hace hágalo suave, pausada y amorosamente. Si puede, irrumpa el trance haciéndole notar algo fuera de su entorno fóbico, que no tenga nada que ver con eso. El sentido del humor puede ayudar mucho. Si no puede hacer nada de esto, déjelo que salga sólo de su trance, seguramente lo hará y quédese atento y a la espera.

Durante el tiempo que el fóbico presenta este ataque que lo paraliza, se encuentra viviendo  un proceso de supervivencia extrema en su interior.


Durante el trance, lo peor que usted puede hacer es:

• Tratar de hacerle entrar en razón.
• Ayudarle a enfrentar en forma directa el objeto fóbico, como: “asómate al vacío” o “toca la araña, no hace nada”. Me temo que esto hará que el fóbico los alucine o los mire como verdaderos estúpidos. Es que ¿no entienden? No, ya sé que ustedes no lo entienden y por supuesto que tampoco tienen la culpa.
• Tratar de sacarlos de su trance: moviéndolos del lugar, tratando de abrazarlos o de calmarlos.

Es probable que el susto se lo lleve usted, también porque no sabe qué cosa está sufriendo la persona ni de su magnitud, pero se le ve el terror en la cara y esto también lo atemoriza o le incomoda a usted.

De igual forma es probable que se desespere con estos pequeños episodios después de vivir con una persona fóbica durante un tiempo más o menos largo. Imagínese este episodio varias veces al día, es como para desesperar a cualquiera, como sucede con las personas que padecen tics nerviosos.

Cuando el fóbico se calme, muéstrese empático y sugiérale que trate su fobia con un especialista, simplemente para que pueda vivir mejor.

De antemano,  gracias por seguir con nosotros, aunque estemos un poco fuera de la lógica.

Ecrito por Gaby E.

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