Diversas

Masculinidades

masculinidadesPensar en el concepto “Masculinidades” remite a la existencia de un paradigma aceptado por una comunidad en un tiempo dado de lo que “implica ser hombre” o al menos de “lo que se espera del comportamiento de un hombre.”

En el marco de estas creencias que influyen de forma directa al observador masculino, su identificación exacta nos permite acercarnos a este intrincado y maravilloso mundo que tantas veces nos confunde. Es que partiendo de la premisa de nuestras diferencias, siempre nos aproximamos desde nuestras coincidencias, olvidando o desdeñando la importancia de las primeras.

Desde el modelo tradicional masculino, los niños aprenden a disfrazar sus emociones por otras, a enmascarar las que consideran “débiles” por otras más agresivas; como por ejemplo la tristeza por el enojo. Y además, con el tiempo observa que quien se enoja gana más que quien se muestra triste. Con el enojo se manipulan resultados, acciones y conductas propias, y sobre todo ajenas. Las mujeres –según su cosmovisión – al ser “inferiores por naturaleza” tienden a la tristeza o melancolía, pues no cuentan con herramientas para afrontar. Son los hombres, valientes, fuertes, independientes, los que pueden hacer algo diferente. Por ello, ellos son los jefes en el trabajo y en la familia; la cabeza que guía, y provee. ¿Provee? Sí. Cosas materiales, protección de necesidad básicas; pero por supuesto ajenas al amor o sentimientos.

El modelo impuesto se basa en la violencia como instrumento de control y la sexualidad como demostración constante de su virilidad y hombría.

El sentido de poder y control constituyen los aspectos básicos del comportamiento masculino; la sociedad impone que un hombre debe demostrar constantemente que es un hombre. Sin embargo, “demostrar” implica que tengo que mostrarle a los demás o a mí mismo que algo, sin lugar a dudas, es verdad. Para demostrar partimos de la idea previa de que no me creen o no me creo. ¿Para qué los hombres tienen que demostrar que son hombres? ¿Para ser aceptados? ¿Para ser amados? ¿Para ser respetados? ¿No te parece que es demasiada presión?

Por supuesto que no es “una obligación” caer en estos paradigmas, que excluyen a los varones la posibilidad de “sentirse mal, llorar, y manifestar sus vacíos emocionales”, o de “expresar amor de la forma más cursi  que lo desearan.” Sin embargo, el entorno social y familiar los aspira hacia el centro del huracán.

El “PODER” es el grial que busca todo caballero a través de los años. El poder como símbolo de status, seguridad, funcionalidad, atracción, pero no en experiencia. La obsesión por el poder los hace comportarse como seres superiores, que menosprecian y humillan a quienes no están a su nivel. Son poderosos por tener un auto de marca lujosa, ganar un buen sueldo, tener relaciones sexuales con mujeres hermosas y menores; estar casado y tener hijos; pertenecer a algún grupo, ser profesionales. Asocian el poder con el tener. Por eso se explica la conducta desde el símbolo, de lo que representa lo que tienen para SER; en lugar de SER para tener.

Cuando estos hombres/machos no lograr cubrir las expectativas esperadas, enferman. La exigencia es demasiado alta. Reprimen sus emociones, callan, ocultan; y enferman. Se sienten “menos” porque no satisfacen las demandas de la sociedad o familia. Se tornan más agresivos, imperativos e irritables.

No tienen la capacidad de gritar “No puedo con esto” ¿Cómo habría de decir eso? Sería menos hombre. Y culpan, en proyección, a los demás de sus fracasos.

Considerar estas exigencias, debería hacernos pensar en modificar los patrones en los cuales nos desenvolvemos; volcarnos a relaciones más humanas, donde los miembros de la pareja puedan discutir con libertad sobre sus pensamientos, y saberse en espacios de contención y apoyo mutuo.

Escrito por: Chuchi González

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