Bienestar

Espejito espejito…

sonrisa3No hace mucho tiempo, me encontraba mirándome detenidamente al espejo. Llegué a la conclusión de que mi boca era pequeña. Tal vez este hecho no debía sorprenderme si siempre hubiera pensado que era así. No. Desde niña me dijeron que tenía la boca muy grande.

Recuerdo algunas burlas de mis hermanos mayores, que me decían que cuando tuviera un novio me lo iba a tragar o que cuando fuera con el dentista, éste podría tener ambas manos y sus instrumentos en mi boca, sin ningún problema. Mi madre me decía que al reírme a carcajadas la cara se me hacía como de caballo y de inmediato venía a mi mente aquel programa de los sesenta, Mr. Ed, el caballo que hablaba. Entonces entendí que el reírme a carcajadas no me hacía lucir bonita. Ahora, después de muchos años, me doy cuenta que no tengo la boca grande y que no puedo reírme-como me gustaría- a carcajadas, ya que automáticamente recuerdo la célebre frase de mi infancia: “Cuidado con la cara de caballo”. Por supuesto que me di a la tarea de preguntar a todos a mi alrededor y sin excepción coincidieron que para nada tenía la boca grande, más bien, la tenía pequeña!!!!  Al contarle esta anécdota a mi hijo me comentó: “Tal vez por dejar de reír se te hizo pequeña”. Confieso que me dejó pensando.
Por algunos amigos psicólogos he conocido el término introyectos. Aquellas palabras o ideas que se quedan muy grabadas en nuestro inconsciente. Pueden ser conceptos aparentemente sin importancia, pero que de alguna manera tienen impacto,  aún en nuestros días. Qué tan fuertes pueden ser, que todavía al saber  y entender que no tengo la boca grande, no puedo reír como me gustaría. Alguien muy especial en mi vida y en mi corazón, me ha comentado que a decir de Freud,  se trata de heridas emocionales, que si bien las entiende la razón, no son fáciles de resolver en el terreno de la emoción. Creo que detrás de aquel mensaje de la boca grande, existía otro que tenía que ver con una risa escandalosa, no permitida en mi sistema de educación familiar. Una mujer decente y recatada no ríe a carcajadas. Me pregunto qué pensarían de todo esto los investigadores que han estudiado los efectos terapéuticos y curativos de la risa.
De lo que hoy me puedo sentir orgullosa es de reconocer esas heridas emocionales. Sé que con un esfuerzo paciente podrán ir sanando y hacer mi vida más plena. En ocasiones es necesario pedir ayuda e iniciar un proceso de recuperación. Perdonar a quien se tenga que perdonar, pero sobre todo, a mí misma. Tal vez la cara de caballo no me haga lucir bonita, pero prefiero lucir feliz con una sonrisa en mi cara. Cambiar la frase de: “espejito, espejito, ¿quién es la más bonita?”, por la de: “espejito, espejito, hoy puedo y quiero ser feliz”.

Escrito por Maricarmen D.J.

 

 

 

 

 

 

 

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