Lorena había invitado a su amiga Clara a hacer la tarea juntas. Lo que parecía una tarde más, de pronto se convirtió en una tarde de linchamiento a una compañera nueva. ¿No se te hace que es medio tonta? A mi sí. Además se ve que no tiene amigas, ha de ser rara. Mándale un mensaje a las otras para ver qué opinan de ella. Ahí comienza, con un simple cerillo, el acoso a la nueva compañera. Y así será tarde tras tarde, mañana tras mañana.
Los hombres normalmente potencian su autoestima por medio de sus logros individuales. A diferencia de ellos, las mujeres nos sentimos más seguras cuando logramos tener una base relacional sólida. Si para ellos es importante mostrarse como personas autosuficientes —quizá por eso no les gusta preguntar cómo llegar a algún lado—, para nosotras lo valioso es construir una red social que nos permita apoyarnos una a la otra. Creemos en la fuerza de la amistad, de la familia, de la pareja.
Una de las formas más dañinas para agredir a una niña o a una adolescente es precisamente aislándola del grupo. Se trata de violencia emocional. Y es quizá la que más extendida se encuentra y la más difícil de detectar. Detrás de ella se encuentran los rumores, creación de grupitos, burlas o el clásico “solo es una broma”. Sí cómo no.
Metas y valores
Estudios sobre la agresión relacional concluyen que las mujeres adolescentes que tienen una identidad bien formada (que tienen en mente metas y actúan para conseguirlas) no son ni agresoras ni víctimas de agresión. Algo similar sucede en mujeres que han desarrollado una identidad moral sólida (que conocen claramente sus valores y actúan en consecuencia).
Escrito por: Revista SuperMujer