Bienestar

Tener un bebé en Navidad

tener-un-bebe-en-navidadEs tiempo de pensar en... ¿tener otro bebé?

Por: Vivian Diller*

De acuerdo con la CDC, la mayoría de los bebés en los Estados Unidos son concebidos durante diciembre y enero. ¿Se debe a que las parejas se acurrucan durante la larga temporada invernal? ¿O serán las fiestas y el rompope que producen pequeñuelos de muérdago nueve meses después? Cualquiera que sea la razón, las estadísticas permanecen bastante constantes. Más parejas empiezan una familia—y añaden nuevos miembros—durante esta época festiva.

Para mí, como para millones de otras personas, las fiestas conllevan una considerable cantidad de preparativos para la familia ya existente. Soy psicóloga, esposa, madre de tres, madrastra de uno y abuela de dos. Aunque alguna vez presté especial atención a las festividades (sí, mi prole surgió durante esa popular época reproductiva), mi enfoque ahora se centra en todo aquello que tiene que hacerse entre el Día de Acción de Gracias y el Año Nuevo—con parientes que visitan, hijos que vuelven a casa, comida que preparar, fiestas a las cuales asistir y ¡regalos que comprar! Me puso a pensar sobre las diferencias entre las fiestas que comparten las familias pequeñas contra las extensas, un tema que debatí recientemente con Michael Coren en The Arena.

En el programa, Coren mencionó a la familia Dugger—ya sabes, la que tiene “19 hijos y contando”, que acaba de anunciar que el 20 viene en camino. Claramente cada mes es muy ajetreado para esta pareja, pero es particularmente difícil imaginarse como será su casa en esta temporada. Y es más inimaginable lo que será cuando esos hijos añadan esposas y descendencia a las celebraciones. Aunque es fácil desacreditar este fenómeno de reality show, Coren me pidió que hablara de las ventajas psicológicas de tener muchos hermanos. Hizo referencia a sus propias experiencias positivas con la familia de su esposa de 15 hermanos, lo que me hizo pensar en la mía y la de mi esposo, con muchos parientes.

Verás, todo es relativo, en cuanto a parientes se refiere. Acabo de regresar de una encantadora cena de Acción de Gracias organizada por mis suegros, la cual incluía al menos a 25 miembros de la familia extendida. Un acontecimiento cálido y vivaz, se siente como una gran parafernalia en comparación con aquellas de mi niñez. Mientras crecía, las cenas de Navidad en mi casa eran reuniones pequeñas e íntimas, que compartíamos solo con mis papás y mis dos hermanos.

Cuando conocí a mi esposo, vino con un hijo de tres años de su primer matrimonio y relaciones cercanas con su extensa familia. Esto incluía a sus padres—un rollizo papá de 99 años, una madre con gracia a los 95—un hermano menor, una cuñada, tías, tíos, primos y más primos. Para ellos, las reuniones familiares eran muy bien coreografiadas y eventos muy anticipados. La mayoría vivían cerca unos de otros (pocos parecían querer mudarse más lejos), pero incluso aquellos que tenían que viajar no se perdían estas celebraciones.

Me tomó un poco de tiempo acostumbrarme a esta fanfarria en Acción de Gracias, Navidad, Día de las Madres, Día del Padre, cumpleaños y demás—cualquier evento era una excusa para una reunión de familia. Los preparativos, la decoración, el bullicio, los regalos— ¡oh y el caos! Nuestro más reciente día de pavo fue justamente eso—una tarde de charla continua, comida interminable, vino y brindis interminables—un evento colaborativo de principio a fin. En algún punto, pusieron música y todos comenzaron a bailar, y la noche solo se apagó cuando los ancianos y bebés se quedaron dormidos. Fue tan diferente a la atmósfera creada por mi familia pequeña, que celebraba las fiestas de una manera muy diferente.

Mis padres eran sobrevivientes del Holocausto, entonces cuando nací, solo unos cuantos parientes estaban vivos para las celebraciones. Mis abuelos y todos, excepto uno, de los diez hermanos de mi mamá y mi papá fueron asesinados en los campos de concentración. No teníamos primos ni primos segundos, y solo unos cuantos muy lejanos. En estas fiestas, mi mamá cocinaba (la mayoría de las veces carne y puré de papa), servía y limpiaba. Había vino kosher, velas y una oración que mi padre cantaba antes de comer. Era simple y cotidiano—excepto por las conversaciones. Hablábamos de libros, de política, eventos de actualidad y temas que nos parecían importantes en ese momento—planes, sueños y expectativas. A veces hablábamos unos encima de otros, pero cada quien tenía su turno. Para mis padres, cada celebración—y para ese caso cada día—era motivo de silenciosa conmemoración. Había sobrevivido y nosotros éramos la prueba de eso.

Mis padres ya no están ahora, y mis hermanos no viven cerca. Entonces mis fiestas casi siempre las paso con la larga y bulliciosa familia de mi esposo, la cual he llegado a ver como un nido que ha ido creciendo. Cuando nace un nuevo bebé, lo reciben alegremente. Conforme los ancianos se vuelven más frágiles, la responsabilidad es compartida. Entre el intercambio de historias, bromas y fotografías, siembre hay tiempo para un miembro de la familia que necesite apoyo. Conclusión, están los unos para los otros—para buscar consuelo, o para contar con diversión.

Sin duda, más grande no necesariamente significa mejor, pero las familias extensas pueden enseñarnos lecciones importantes. Estemos o no de acuerdo con las creencias religiosas y reproductivas de los Dugger, ver cómo funcionan—o no—nos muestra una forma exagerada de lo que conlleva una familia extensa. Hay compromisos, la paciencia necesaria y un constante sentir que la vida debe repartirse. Los recursos disponibles—no solo financieros, sino también el afecto y atención de los padres—debe ser compartido.

En un mundo que parece tan impredecible e inseguro, la noción de “entre más mejor” puede ser atractiva. Por el otro lado, la mayoría de nosotros sabemos que 20 hijos es demasiado—tal vez hasta un poco extraño—dado que muchas parejas están posponiendo el tener tan solo uno durante estos tiempos de dificultad económica. Es interesante que, cuando les preguntas a aquellos que crecieron en familias enormes si planean recrear esa experiencia para sus propios hijos, frecuentemente disminuyen bastante los números. En su mayoría dicen que no pueden costearlo, pero también hablan sobre el deseo de tener más tiempo de calma, y por supuesto, más puré de papa.

Al final, la ssatisfacción familiar parece surgir de lo bien que los padres logren crear una atmósfera de afecto en casa—y no solo durante las fiestas. Puedes tener una familia con uno o dos hijos y experimentar privación y desconexión, o una familia de muchos más, puede sentir que su copa ya está rebasando. Sin importar el tamaño, hay algo que decir sobre las reuniones familiares que nos dan a todos una oportunidad lo que tenemos---grande o pequeño.

Es la época cuando habrá más que ratones moviéndose entre las casas. Entonces, alégrate y diviértete, pero tómate un momento para preguntarte ¿cómo te sientes respecto a las familias nucleares y las extendidas? Es una elección digna de reflexionar entre el rompope y los postres—una que afecta no solo las celebraciones, sino el resto de tu vida.

¿Cuáles crees que sean los beneficios y desventajas de tener una familia extendida o una pequeña?

LibroFaceIt*Vivian Diller es psicóloga, bailarina profesional y modelo. Conocida por sus artículos de belleza, envejecimiento, medios, modelos y bailarinas. Es autora del libro Face It: What Women Really Feel As Their Looks Change una guía psicológica para ayudar a las mujeres a lidiar con sus emociones respecto al cambio en su apariencia.

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