Viajes

Después de 30 regresé al lugar que me vio nacer

Hace poco y después de 30 años, fuí de viaje de reminiscencias a Cerro Azul, Veracruz, e hice una visita especial a una "chapapotera", como principalísimo destino. Poco tiempo después, empezamos a reencontrarnos  a través del facebook, muchos amigos de la infancia, de la generación de 1963, que estuvimos juntos desde el kinder hasta la prepa (¿interesante no?...y raro). Empezamos a planear un viaje de reencuentro a Cerro Azul en la semana santa del 2010, pero antes quedé de contarles de mi visita a "la chapapotera", y tardé un poco, pero un día lo escribí:
..Bueno, pero ¿por qué visitar una chapapotera sería tan importante para alguien?, se preguntarán.

Antes de ir a Cerro Azul, pasé por Tuxpan a ver a mi primita Oralia Sierra Candela, que no es mi prima pero sí lo es. Osea, el ADN dice que no, pero los corazones de su familia y mi familia, así dijeron que era. Su mamá, mi tía Nena, llegó a trabajar jovencita al radio de Pémex, que estaba en un terreno selvático, casi frente a la casa de mis recién casados padres. En aquellos tiempos, creo que había lianas y tigres, donde hoy es la colonia “La Puerta”, en la calle de Guadalupe Victoria.
Mi papá se iba a trabajar a los pozos (petroleros) y mamá se quedaba solita, así que La Nena atravesaba desde el radio hasta la casa de La Güera (mi mamá), y mi mami le invitaba a comer, de esas delicias a base de masa que le salen tan bien, hasta que llegó el momento que ya se quedó a vivir en la casa. Por otro lado mi tía Nena hacía vida social, ustedes saben, equitación con los soldados, con mi madrina Beatriz (mamá de Itzel) y su hermana Josefina Kauffman. Esta última, hasta ahí llegó, y se casó con el capitán  Gustavo Gris, en paz descanse. Beatriz y la Nena superaron esa etapa, hasta que llegaron los Ingenieros petroleros en racimo, que – incautos- en racimo hasta ahí llegaron, con las bellezas de Cerro Azul.
Uno de ellos, mi tío Alfonso Sierra fue a “pedir” a mi tía, la Nena Candela, a la casa, se casaron y se fueron. Después llegó a trabajar al radio doña Dorita Segura, la mamá de Georgina Garza e hicieron su casita en “un pedacito” del terreno del radio, mismo terreno donde estaba la chapapotera.
No me dí muy bien cuenta cuando llegaron, pero de repente ya estábamos todos ahí, Georgina, Blanca, Irma, Eliseo, Carlos y Estuardo Piñeiro, Jorge Cirión, Almis, Ilian, Heri, los Aladino, los Avendaño (que eran un chorro), parece como si de repente todos hubiéramos salido de debajo de las piedras, corriendo en todas direcciones, haciendo ruido y jugando…en el terreno del radio, en la chapapotera.
Como todos saben (¿lo saben?), donde brota una chapapotera, colocan un tubo (la verdad no sé qué tan profundo), como de 10 pulgadas de diámetro. ¿Alguna vez vieron brotar una chapapotera? Yo ésta no la vi, pero una vez ví una. ¡¡¡¡¡Mucho gas y unos borbotoooooones¡¡, una cerca de malla salió volando y se tambaleaba, había soldados resguardando y toda la cosa. Pero esta chapapotera, la mía, ya vivía en santa paz.
Por cierto, en el sur de Veracruz y en el resto del mundo es: cha-po-po-te, no cha-pa-po-te. Incluso nosotros decíamos: “Me embarré de chapo”. No me pregunten qué clase de manejo idiomático hacíamos. Como se nos daba la gana, supongo.
En nuestra chapapotera brotaban permanentemente burbujas, bombitas de gas, (ay qué rico olor), y nosotros, con una varita, tronábamos la burbujita….así podíamos pasar horas. Pero, el chapo es muy pegajoso, hace hebra y se queda mucho en los zapatos. Conforme brotaba, se formaba una mancha en capas, que crecía y se engrosaba alrededor del tubo; y cerca del tubo era muy fluidoLloré mucho en ese viaje: por lo que encontré todavía, por cómo lo encontré, por lo que ya no encontré…Y dije que ya no volvería a Cerro Azul. Por el calor y porque su esplendor sólo queda en mis recuerdos y era una especie de “pantano”, una fosa de arenas movedizas, un pozo sin fondo que iba a dar a China. Entonces, si quedabas atrapado/a, ¡jamás te volveríamos a ver¡, de tal suerte que muchas veces nos rescatamos unos a otros de una muerte segura….pero dejamos el zapatito atorado en el chapo.
Me gustaría poder describirles ese reguero de zapatitos, tablas, piedras grandes, piedras chicas, ladrillos, varitas, etc., que había alrededor del tubo. Y tampoco recuerdo exactamente cuántas veces mi mamá limpió mis zapatos con petróleo, refunfuñando, desde luego –“¡como si no tuviera bastante trabajo, tú y tus hermanos no me tienen consideración, pero la próxima te pongo a limpiar a ti Juana María, y mira como dejaste el piso de la entrada Juana María…¡”– Así le gustaba decirme cuando estaba enojada, le salía del alma. Mmh, qué tiempos aquellos. La misma escena se daba en las casas de mis demás amiguitos/as-vecinitos/as. Y las mamás se contaban unas a otras estos episodios de limpieza y llevaban la cuenta de los zapatitos perdidos. 
Allí perdí una de mis botas “a go go”. Eso sí fue un drama, porque tenía poco que me las habían comprado en el “Taconazo Popis” en México y – en palabras de mi mami – “No estábamos nadando en dinero”. Pero…¡era la bota o la vida¡ qué…¡¿no lo podía entender?¡ “ 
Las “hebras” de chapapote, rayaban en la batita de Blanca Lozano, que parecía un mapa de líneas cruzadas, o un cuadro de Picasso. 
Ya también mi hermano Javier fue a Cerro Azul de viaje de reminiscencias y también hizo parada (inevitablemente), en la chapapotera. Y no nos pusimos de acuerdo. Así que cuando yo le dije a mi prima “voy a ir a ver la chapapotera”, me dijo que curiosamente Javier, unos meses antes le había dicho lo mismo. 
En ese terreno jugamos muchísimo, roña, encantados, escondidas, andábamos en bici alrededor del radio, que eventualmente dejó de funcionar con el progreso de las telecomunicaciones. Cercaron el terreno, pero éramos tan pequeños que cabíamos entre los tubos de la cerca y el portón que pusieron. Jugábamos ahí hasta el anochecer, hasta que las mamás empezaban a gritar: “¡Juanitaaaaaaaaaaaaaaaaa¡, ¡Georginaaaaaaaaaaaaaa¡. ¡Blancaaaaaaaaaaaaa¡” …Y decíamos juntando las manitas al centro de un circulo: “¡se rompió una taza, cada quien para su casaaaaa¡ …y salíamos corriendo. 
Así que tenía que ir. Tenía que ver el radio y la chapapotera. Tenía que ver el radio invadido de enredaderas y de hierbas. Y tenía que ver que intentaron sepultar la chapapotera con un viaje de escombro, pero…¡¿qué no saben que sigue brotando chapo y gas y que seguirá brotando por toda la eternidad?¡ Lo único que lograron fue que se formara una especie de muégano gigante alrededor del tubo, con chapo y escombro. Pero sigue ahí. 
Lloré mucho en ese viaje: por lo que encontré todavía, por cómo lo encontré, por lo que ya no encontré…Y dije que ya no volvería a Cerro Azul. Por el calor y porque su esplendor sólo queda en mis recuerdos.
Pero, por ver nuevamente sus caras, las caras de esos niños y niñas que me acompañaron en la vida, cotidianamente del kinder a la prepa, algunas desde la cuna, desde 1963. A quienes ví niños, ví pubertos, ví adolescentes, ví llenos de vida, de ilusiones. Por verlos ahora plenos, esplendorosos; ver ahora sus canas, sus arruguitas, sus calvas, sus lonjitas, (que sé que voy a ver primorosas)… si vuelvo.

Claro que volveré. Siempre volveré… allá dejé mi corazón.

Escrito por: Juana María Cobos del Ángel

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