Por: César Martín. Eroski
Quizá en alguna ocasión ha descubierto con pavor algún pelo blanco en la maraña de su cabellera. Es uno de los indicios naturales que señalan que el cuerpo humano envejece. La decoloración del cabello, que tanto trae de cabeza a hombres y a mujeres, es irreversible y depende en la mayoría de las ocasiones de procesos hereditarios. Ahora bien, existen casos -los menos- en que las canas son síntomas o consecuencia de enfermedades o de procesos de estrés laboral o emocional.
La aparición de las canas en el cabello, en general, no es más que un síntoma que anuncia el obligatorio proceso de envejecimiento al que se enfrenta el ser humano. Su presencia en el cuero cabelludo alcanza el mismo rango que el que pueden tener las arrugas en la piel. No en vano, en la mayoría de los casos, la canicie -que así se conoce académicamente a la progresiva pérdida de color del pelo- es consecuencia de una sucesión de hechos fisiológicos en los que participan genes, proteínas y enzimas. En definitiva, con el paso del tiempo, el mecanismo biológico encargado de pigmentar la cabellera deja de funcionar y, con él, desaparece el tinte natural del pelo.
El color del cabello es un rasgo distintivo de cada hombre y de cada mujer. Su intensidad y pigmentación varían conforme avanza la edad del individuo. De hecho, generalmente, el pelo sufre un proceso que lo oscurece entre la infancia y la adolescencia. Después la tonalidad del cabello alcanza una fase estacionaria previa a la aparición de las primeras canas, con la llegada de la madurez. Esta decoloración natural adquiere el calificativo de canicie fisiológica o de senescencia. La misma obedece a una disminución progresiva de la producción en el organismo de una sustancia llamada melanina. Es parte de un fenómeno que pasa por varias etapas antes de que los melanocitos, que son las células que están en el pelo, dejen de funcionar por completo. Este proceso es irreversible y provoca la pérdida gradual y no uniforme del color de la cabellera.
La calidad del pelo también disminuye a medida que transcurre el tiempo. Por ello, las canas no tienen la misma fuerza que el pelo anterior. La falta de brillo, los cambios en el grosor y su falta de flexibilidad son características propias de este cambio. Todo ello puede llevar a la caída del cabello, algo que contradice la creencia que asegura que las canas no se caen.