Bienestar

La princesa

princesa¿Quién te dio tu primer elixir de autoestima?

Escrito por: Adriana Barroso

É

rase que se era, un rey muy inteligente, poderoso. Su mayor don era la sanación. Todo su pueblo lo amaba, lo respetaba y lo admiraba. Todos los días el rey daba audiencia para los enfermos y uno a uno los curaba a todos. La gente podía hacer largas horas de antesala para que su rey los liberara de la enfermedad. Se decía que tan solo con estar en el área del palacio destinada para tal fin, la gente se curaba. Este rey, tenía una hija a la que quería mucho. La niña creció rodeada de todos los mimos y cuidados que se podían dar.

Sin embargo, conforme fue creciendo la pequeña fue resintiendo los comentarios sarcásticos de su padre acerca de su figura, su boca; y el eterno “no realices tus ideas porque eres la princesa, hija del gran rey, y no es necesario que te afanes en la vida porque la tienes resuelta”. Cuando la princesa llegó a la edad casadera no había ni un caballero quien se fijara en ella, y la muchacha sentía que no era buena en nada, todo le daba miedo y lo que más le dolía era no haber encontrado al amor. Se sentía sola y le pesaban las habladurías acerca de la falta de un consorte. Cierto día conoció a un joven quien se acercó a platicar con ella por las rejas del palacio. Este hombre no era guapo, no era perfecto, muchos decían que era un mercenario, enemigo del propio rey. En fin, no era el yerno que el rey deseaba y la princesa lo sabía. Sin embargo, era el primer hombre que le había enseñado lo hermosa que era, que no tenía que ser perfecta para ser amada, le mostró la importancia de quererse y creer en sí misma, y le dio valorElla no podía dejar a la persona que le había dado el elixir del amor a sí misma, de la autoestima; aunque ello en el fondo implicara una decisión, tal vez, equivocada para emprender proyectos sin temor a equivocarse. Entonces, la princesa cambió: a los ojos del rey parecía rebelde e incontenible, a los de ella era como si estuviera dejando de ser un espectro para convertirse en una persona. Cuando el rey supo del romance rompió en cólera, trató por todos los medios de convencer a su hija de que lo dejara, y al no obtener resultados la encerró en una torre del palacio. El monarca no entendía por qué su hija actuaba de aquél modo, le dolía la determinación tomada, y más le dolía su orgullo: Él, el que todo curaba, el sabio, el admirado, el que daba el consejo siempre adecuado, tenía una hija rebelde que había perdido la razón por un bueno para nada. El rey confiaba que con el encierro la princesa cedería, pero no fue así. Con ayuda de sus sirvientes más fieles la princesa huyó del palacio, de las comodidades, de la seguridad, y huyó con su hombre a un mundo de aventura. Ella no podía dejar a la persona que le había dado el elixir del amor a sí misma, de la autoestima; aunque ello en el fondo implicara una decisión, tal vez, equivocada.
¿Qué aprendemos de este relato? Lo primero que se me ocurre, es hacer una reflexión sobre quién nos dio nuestro primer elixir de autoestima. ¿Fueron nuestros padres, hermanos, abuelos, maestros, amigos, quizá como la princesa, nuestro primer amor? O sentimos que todavía estamos carentes de él…
El siguiente cuestionamiento es: si tenemos hijos ¿les estamos dando la dosis de autoestima necesaria? ¿Qué hay de nuestro autoconcepto? Y del suyo ¿cómo se ha ido formando?
El tercero sería si hemos aprendido lo que es el amor incondicional y quién nos los puede dar.
Hasta aquí las dejo reflexionar, un momento con ustedes mismas. Para que en la siguiente entrega hablemos sobre lo que es el autoconcepto, el amor incondicional y la autoestima y de su importancia en nuestra vida y desarrollo.

Escrito por: Adriana Barroso
Psicóloga.

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