Sin importar nuestros gustos, intereses, deseos y sueños, todos tenemos en común esa búsqueda incansable de la felicidad. Todos queremos ser felices ¿o no? Más allá de lo que podamos asumir, lo cierto es que hay personas a las que la idea de ser felices, les parece un poco incómoda.
El ser humano busca su realización y crecimiento, busca aprender, disfrutar, compartir y tener una vida cada vez mejor; al menos eso nos indica la lógica. Y no es que las personas con miedo a la felicidad sean muy diferentes; no es que en realidad consideren el bienestar como algo de lo qué huir, sino que con frecuencia piensan que ser felices es algo que no dura, que no merecen o que algo terrible está a punto de pasar.
El miedo a la felicidad es más común de lo que creemos y con frecuencia tiene que ver con el entorno en el que nos hemos desarrollado. Si toda nuestra vida hemos sufrido infelicidad y limitaciones, es posible que la perspectiva de liberarnos de aquello que nos hace sufrir resulte paralizante. Y es que el ser humano es una criatura de hábitos, dejar aquello a lo que estamos acostumbrados, incluso si es en nuestro beneficio, no resulta fácil.
Las personas con miedo a la felicidad con frecuencia sabotearán momentos agradables o una buena situación; lo que reafirma su creencia de que no pueden ser felices, que esos lapsos de alegría son “demasiado buenos para ser ciertos”, piensan que ellos “no nacieron para ser felices”, que “amar es sufrimiento y pérdida de la libertad” o quizá que simplemente “no merecen ser felices”.
No se atreven a aspirar a todo lo que desean por el temor de que no llegue, o de que si llega no dure. Incluso puede haber algo de supersticioso en este temor: la idea de que expresar la felicidad, hará que se esfume.
Suele tratarse de un círculo vicioso en el que es el mismo temor el que hace que se cumpla la idea de que no es posible ser felices. En algunos casos puede vincularse a trastornos emocionales y con frecuencia será necesario contar con ayuda profesional que nos ayude a superar estas creencias que además de llenarnos de sufrimiento, nos impiden tener una vida plena.
Escrito por: Elena Pedrozo