Hay una diferencia entre hacer las cosas lo mejor posible y querer hacerlas perfectas. La búsqueda de la perfección es una conducta dañina; es buscar sueños inalcanzables y desgastarnos porque sabemos que no lograremos conseguirlos. Superar el perfeccionismo no es cosa sencilla pues, a menudo, se confunde con una virtud. He aquí algunas claves que te pueden ayudar a superar ese deseo de ser perfecta.
Uno de los primeros pasos para superar el perfeccionismo es descubrir qué te ha llevado a él. Pregúntate de dónde surge tu necesidad de hacer todo bien, de no errar, de cuidar que hasta el más mínimo detalle. Tal vez sea para defenderte de la crítica y la humillación, tal vez porque otros tienen expectativas en ti que no quieres defraudar o quizá porque tienes un problema de seguridad y necesitas demostrar a los otros, y a ti misma, de lo que eres capaz.
Sea cual sea la razón lo primero es descubrir por qué te has hecho perfeccionista, pues descubrir el motivo de tu perfeccionismo te puede ayudar a darte cuenta de que eso que temes, no es tan malo y no te define. Tan solo el hecho de descubrir esos motivos irracionales, puede ayudarte a disminuir su impacto.
Aprende a aceptar que todos cometemos errores. Sabemos que errar es humano pero, una parte irracional de nosotros nos dice que por mucho que sea válido equivocarse, eso no aplica con nosotras mismas. Todos tienen derecho a equivocarse menos nosotras. No seas dura contigo, deja de castigarte y deja de intentar ocultar el error. De los errores se aprende incluso más que de los éxitos. Los errores nos ayudan a cambiar y mejorar, así que no temas al error y acéptalo. Si te equivocas no te claves pensando en lo que hiciste mal, aprende de ello y sigue adelante.
Cuestiona si tus expectativas son racionales y sé flexible. Pregúntate si eso que estás buscando es posible o alcanzable, date cuenta si estás persiguiendo expectativas realistas o sueños guajiros. Es importante que tus expectativas sean realistas, pues si aspiras a lo imposible terminarás frustrada, estancada y autocastigándote.
También debes entender que no puedes estar en control de todo, que en ocasiones surgirán imprevistos y que no debes culparte si las cosas no salen justamente como las planeas. El hecho de que las cosas no resulten exactamente como las habías imaginado no significa que estén mal.
Aprende a pedir ayuda. A veces, en nuestro deseo de hacer las cosas tal y como creemos que deben ser, nos desgastamos queriendo hacer todo pues no confiamos en que los demás puedan hacer las cosas acorde a nuestros parámetros. Aprende a delegar, aprende a pedir ayuda, pero sobre todo, aprende a confiar. El que existan diferencias en la forma de hacer las cosas no está mal, al contrario, es algo que enriquece el todo. No eres poseedora de la verdad, todos tienen algo que aportar y puede sorprenderte lo que el trabajo en equipo puede lograr, así que atrévete a confiar.
En cuanto a la posibilidad de que se equivoquen recuerda que ni tú ni ellos son perfectos, si alguien comete un error, ya se resolverá. Pregúntate ¿qué es lo peor que podría pasar? Te darás cuenta de que no es tan grave.
No está mal querer hacer las cosas bien, pero debemos entender que la perfección es inalcanzable. Superar ese deseo irracional de ser perfecta te ayudará a liberarte y sentirte mejor.
Escrito por: Elena Pedrozo