Bienestar

El Abrigo

abrigoEscrito por: Evangelina Jiménez

Yo tenía un abrigo precioso que en los tiempos de frío me mantenía calientita, calientita, cuando salía el sol se acoplaba a mi temperatura corporal para que no me diera calor, me combinaba con todo y sólo me lo quitaba para dormir, aunque a veces lo abrazaba por las noches. Amé mucho esa prenda, pero un buen día ya no me combinó, empecé a sentir frio teniéndolo puesto, ya no se adaptaba a mí, yo, mucho menos a él y comencé a olvidarlo al salir de casa. Lo arrumbé en el lugar más recóndito del clóset y lo olvidé por algunos años.

 

De repente le echaba un ojo, sabía que estaba ahí pero simplemente su color nunca era el adecuado a mi atuendo. Hace unos días buscando una blusa el abrigo se cayó del ropero y decidí volverlo a usar, sólo por esa noche. El aire estaba helado así que era buen momento para desempolvarlo, la luna ocultó maliciosamente su color.
El olor de aquellos días en los que no me lo quitaba estaba intacto, su textura era mucho mejor de lo que recordaba, me recibió con los brazos abiertos, de forma sorpresiva los dos nos amoldamos nuevamente, que sensación tan familiar y tan extraña.
No me lo quité, el clima era perfecto para conservarlo, recordamos viejos tiempos, él había compartido conmigo momentos muy especiales e importantes de mi vida, no sé si estaba conscienteNo tardará mucho en hallar a alguien que al verlo sienta que le combinará con todo y se lo lleve lejos de mí. Yo haré exactamente lo mismo, quiero un nuevo abrigo de que sólo lo usaría esa noche, pero se comportó como si fuera a portarlo por toda una eternidad.
Me contó las historias que había vivido durante mi ausencia, me susurraba al oído que me había extrañando, no me molestó, porque yo sentía lo mismo. Después de un rato el silencio fue suficiente, estábamos juntos otra vez y eso era lo que importaba, el tiempo se detuvo, las palabras sobraban, saboreamos el futuro e irreversible final en el callado presente.
Al salir el sol mi inconsciente se lo quitó de encima, no nos dimos cuenta pero por la mañana ya estábamos separados, los rayos de luz me dejaron ver su color, el verdadero, el que ya no me combinaba, en ese instante recordé que su lugar estaba dentro de algún clóset, pero no el mío. Le agradecí su empatía y lo despedí, ésta vez no lo puse dentro de ningún armario, solamente lo dejé en un lugar en el que otra pudiera usarlo.
No tardará mucho en hallar a alguien que al verlo sienta que le combinará con todo y se lo lleve lejos de mí. Yo haré exactamente lo mismo, quiero un nuevo abrigo, que me combine con todo, con el que no me de ni frío ni calor, que se amolde de forma imperfecta pero necesaria a mí y yo a él.
Tanto al viejo como al nuevo abrigo puedes asimilarlos a lo que tú quieras, ponerles el nombre de alguien, de algo, asemejarlos a alguna situación pasada o presente, como siempre, tú decides.

Escrito por: Evangelina Jiménez

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