Bienestar

Mi sueño

Es de día, voy en tren, paso por hermosas campiñas, campos de lavanda que a lo lejos parecen el mar de color lila, pasamos por viñedos en donde cuelgan enormes racimos de uvas verdes. Bajo del tren, a lo lejos, sobre una cima, alcanzo a ver un castillo; empiezo a caminar en esa dirección, al acercarme puedo ver que está hecho de piedra y tiene dos torres. El camino termina precisamente frente a la puerta, es pequeña, de madera y bastante vieja, busco el aldabón pero no hay, toco con la mano; casi al instante oigo pasos, percibo que es una persona de edad avanzada, oigo como arrastra los pies.

Abre y aparece ante mi un monje, su hábito es café, trae un cinturón del mismo color, éste se nota bastante desgastado, su cabeza está cubierta con una capucha que está unida al hábito, su cara está descubierta y puedo ver que es bastante viejo. Sin palabras me indica que pase y lo siga. Caminamos por un largo corredor, no veo ningún  mueble, persona o adorno, tampoco ventanas; por fin, llegamos al inicio de una escalera de caracol; lo sigo, son bastantes escalones, me doy cuenta que vamos subiendo por una de las torres, en ella hay unas ventanas, puedo ver hacia afuera y darme cuenta que hemos subido muy alto, alcanzo a ver un huerto.

Al terminar los escalones llegamos a un pasillo largo y ancho, a un lado de nosotros hay una puerta de madera, la empuja y entramos a un salón de forma rectangular, es muy grande, ahora que estoy dentro del castillo me doy cuenta que por fuera se ve más pequeño; del lado derecho hay un pasillo muy largo, no alcanzo a ver el fin. Me admira que todas las paredes están cubiertas por libreros de madera antigua llenos de libros, todos en piel color café y en el lomo alcanzo a ver letras doradas, no distingo los títulos. Veo que algunos están llenos de polvo, viejos, con telarañas en libros y libreros. Otros, están casi nuevos, sus letras doradas aún brillan.

Al voltear a mi lado izquierdo me sorprende ver a otro monje, sus hábitos son iguales, la capucha no cubre su cabeza, puedo ver su pelo blanco, largo, a la altura de sus hombros, su barba larga igual de blanca, sus ojos tienen una mirada profunda, me mira con una ternura infinita,  inspira paz. Frente a él hay una mesa muy grande, me recuerda el estilo colonial, la madera es muy gruesa, las patas arqueadas del centro, no la cubre ninguna carpeta o mantel, está sentado en una butaca de madera con asiento de cuero café. Detrás de él hay un enorme ventanal abierto, esto hace que el lugar esté lleno de luz, puedo ver una hermosa vista del campo. Frente a él hay otra butaca, me pide que me siente, hablamos no recuerdo de que cosas, al rato, le pregunto que significan tantos libros, veo que algunos son muy gruesos y otros más delgados.  Me dice que son “Los libros de la vida”, cada persona tiene su libro y va escribiendo su vida en el, los que están llenos de polvo son libros que ya no se abren, ya nadie escribe en ellos, por eso hay unos más gruesos que otros. Frente a él y sobre la mesa hay un libro igual pero éste se encuentra abierto; alcanzo a ver que las hojas son color sepia, la tinta es café pero no entiendo lo que dice, ya tiene muchas hojas escritas, le falta como la cuarta parte por escribir. Al pregutarle acerca del libro que tenemos enfrente me contesta que es “El libro de mi vida”, ¡gran sorpresa me llevo al saberlo pués veo que ya quedan pocas hojas por escribir!

No sé si en cada hoja se puedan escribir días, meses o años, este sueño me hace meditar acerca de todo lo que quiero y me falta por hacer. Es por eso que ahora trato de hacer la letra lo más pequeña que puedo.

Mi sueño

Escrito por Leticia Sáenz Iracheta



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