No hay duda alguna de que cada movimiento nuestro contiene un dejo de interés en lo que los demás piensan y no voy a destruir ese pensamiento. Bien dicen que el que esté libre de pecado que tire la primera piedra, y en éste caso sería aquel al que nunca le ha importado la opinión de los demás. Que tire la primera piedra.
Pues bien, somos humanos y como tales imperfectos. Nuestra imperfección nos lleva a buscar la aprobación de personas externas a nosotros, llámense padres, hijos, amigos, compañeros de trabajo, el jefe o la jefa, la pareja y hasta los desconocidos que pasan por la calle, dependiendo la situación.
No creo que podamos deshacernos del todo de la opinión general, pues definitivamente dudo mucho que tengamos ganas de educar a la gente para que se meta en sus asuntos y deje de inmiscuirse en los nuestros sin previa solicitud al respecto. Lo que sí podemos hacer es que nos importe menos o nada. Primero debemos observarnos al espejo antes de apuntalar con nuestro índice recriminador.
Clásico dicho de abuelita “Nunca vas a darle gusto a la gente” y las abuelitas son sabias, al menos la mía sí. Entonces, ¿por qué nos importa tanto lo que la gente opine de nuestras decisiones?
Echemos a la basura esa clase de pensamientos, dejemos los prejuicios y saquemos del empaque nuestra pastilla de vale madrina para tomarla con agua, pero de la que resbala y que con ese trago se vayan los miedos y las preocupaciones. Es verdad, vivimos en un mundo con más personas, no estamos solos. Sí ¿y? Eso no implica que debamos darle gusto a la tía Perla o que hagamos lo que dice el abuelo Juan.
Todos hemos vivido circunstancias diversas, jamás podrán ser análogas aunque las mismas se parezcan, ya que desde inicio son distintas. La historia de tu abuela o de tu madre no es la tuya; el punto de partida para tu vida eres tú y de ti depende el curso que desees darle, razón por la cual, las decisiones que tomes serán las que deben salir de tu cerebro y de tu corazón, los cuales no deben estar contaminados por el “qué dirán”.
He decidido no ir al viaje, he decidido mantenerme de chambitas, he decidido no estudiar, he decidido… ¡Qué más da! Yo, hoy he decidido seguir mi instinto, mi corazón y con todas las fuerzas del mundo deseo que mi decisión funcione. Espero que no afecte a nadie y manifiesto mi entera satisfacción porque lo he decidido yo.
Las consecuencias estarán presentes en cada paso, se asomarán por la ventana de las voluntades y de los finales felices o no, pero sé que ese pequeño pasito seguirá de otro y de otro, y la constancia combinada con la voluntad, las ganas, el hambre de querer más y de ansiar lo mejor me llevarán al cúmulo de la gruta que será mi hogar, pues fue escogida por mí.
Por mí y por ti definitivamente, apareces nuevamente en los escritos de mi sensibilidad, aunque seamos sinceros, nunca te fuiste. Decido y decides, juntos, entonces, decidí por mí, para mí, conmigo y sin lugar a más, de la mano contigo.
Escrito por: Eva Jiménez