(SARA)
Finalmente el día llegó y simplemente se fue, salía huyendo como era su costumbre, siempre que se le dificultaba enfrentar una situación chasqueaba la boca y huía. Ésta no sería la excepción.
En que momento se volvió un ser tan alejado de todo sentimiento de cariño hacia los que conformamos esa familia, que se veía destruida por el divorcio.
En realidad debí percatarme que en su adicción a inventar, él solo finalmente creía en sus mentiras. Esas invenciones servían para contar historias, y en esas historias me daba cuenta de lo que en realidad pasaba.
Sus infidelidades pasaban a través de la lectura de sus escritos, de su mirada, de sus acciones, era como ver al hijo que se conoce tan bien y que al mirarlo a los ojos sabemos como mamá que ha hecho una travesura.
Sólo que éstas no eran travesuras, no en un hombre con 45 años encima. Lo terrible es que yo lo conocía mejor de lo que él a mí.
Y sufrí mucho porque lo amaba, fueron quince años a su lado, viví veintiún años al lado de mi familia, que no estaba convencida de mi decisión de casarme con él, diez años mayor y con una viudez y dos hijos que lo hacía verse tan desprotegido.
Era tan diferente a los demás chicos que conocí: las pláticas, los paseos, las lecturas fue un mundo que me envolvió y me hizo sentir única, feliz amada.
La vida no fue fácil, mi padre antes de irme me recordó que esa era mi casa y lo sería siempre, que lo supiera por lo que pudiera pasar.
Tuvimos dos hijas, así que era una familia de seis.
Creo que para mi fue una labor importante empujarlo a escribir y publicar.
Lo que no tomé en cuenta es que al hacerlo lo empujaba a un mundo diferente, que le agradó tanto que la familia pasó a un segundo plano, dejándome toda la responsabilidad.
Se subió a un ladrillo que bien parecía el piso más alto de una torre, y ahí se quedó.
Huyendo de toda responsabilidad, creando un mundo de cultura que jamás practicó en su propia casa, con su propia familia.
Cuando salía con él era como estar con un personaje en algún papel de teatro y la escenografía se volvió obscura y triste.
Muy triste.
Cuando pasó ese episodio de vida que aún siento clavado en mitad del corazón él se mantuvo, ausente, chasqueó la boca y no se fue hasta después de la segunda firma del divorcio, no sin antes de entrar me propuso lo siguiente: si te comportas como buena madre y vas por mi hijo y lo llevas de vuelta a casa no me voy.
O, sea yo tenía que salvarlo como siempre, no se daba cuenta que me pedía regresar al enemigo a casa, ponerlo de nuevo frente a mi, a sus hermanas a las que había lastimado en lo más profundo como hermano, a dos pequeñas niñas, que tuvieron que escribir una carta que decía así: mami nuestro hermano nos hace cosas feas por las noches y no nos gusta.
El dolor al leer ese pequeño trozo de papel me rompió el alma, me cuestione una y mil veces porque no me había dado cuenta, le pegué al muchacho, hubiera querido matarlo, pero una mano me detuvo, y me aconsejó que no lo hiciera por mis niñas, el padre sólo chasqueó la boca, y como no, si ya andaba con alguien más.
Se fueron, y mis hijas y yo quedamos destruidas. Cómo era posible que él, su propio padre, no pudiera protegerlas.
Se casó por tercera vez y se aisló del contacto de las niñas, mientras que en mí había sido implícito aceptarlos. A esta mujer lo fácil era: ellas tienen a su madre y los chicos son mayores.
Aún recuerdo cuando el mayor me cuestionó “Y yo, ¿qué voy hacer? Los que se portaron mal fueron mi hermano y mi papá, ¿adonde iré?”
“No sé, ésta es tu casa, pero igual y será difícil que te quedes.” Y se fue, con el dolor mío y de sus hermanas que lo amaban, hoy la vida es generosa y aún se ven.
Hace dos años que mi hermana no se habla con mi papá, me comentó la mayor.
Tuvieron que ser mayores para poder tener una relación con su padre, relación que ellas rescataron porque él ni siquiera el intento hizo.
Algo debió pasar, contesté.
Hoy supe que cuestionó a su padre, le preguntó por qué no había hecho nada, cabe decir que es la más parecida a él, nació 35 años después que él en el mismo día. Son tan semejantes.
La respuesta “ESO SUELE PASAR ENTRE HERMANOS”.
¿Qué?
Claro la respuesta no es nada acertada, y quizá él lo hizo. Pero de algo estoy segura: que éste hombre está enfermo.
Ahora sabemos por qué no le habla a su papá desde hace dos años.
Hay dolores que quisiéramos sanar; a veces tenemos que enfrentarlos para poder hacerlo, sin embargo, con éste tipo de respuestas, cuesta más trabajo.
Lo cierto es que sólo quiero que sean felices, que sepan perdonar y que sanen lo haya que sanar.
Aún hay noches en que los recuerdos se agolpan en mi cabeza, y lloro, lloro…
Las veo a todas, mujeres, y sé que son combatientes de vida, una vida de la que ciertos pasajes, juro hubiera dado mi vida porque no los vivieran.
Escrito por: Rebeca Harfuch