La persona que padece coidentidad tiene miedo a la soledad, por eso cae fácilmente en relaciones disfuncionales. En el fondo, esa incapacidad para estar sola se debe a que siente miedo a la vida, a vivir la vida tal cual es. Es por esta razón que a las drogas y al alcohol se les consideran vehículos de autodestrucción y de suicidio lento, ya que son muy usados por este tipo de personas para escapar.
La vida tiene alegrías y tristezas, despedidas y bienvenidas; y quien padece coidentidad, al igual que el alcohólico, se traga las tristezas y le teme a las alegrías. Siendo más específicos, le teme a la intimidad. Muy en el fondo de él mismo cree que no se merece ser feliz, que no merece las cosas buenas de la vida.
Las personas que padecen coidentidad y los adictos tienen un problema con la intimidad y con el amor. En vez de aceptar las despedidas y las separaciones, se pegan a la gente, se obsesionan y la responsabilizan de lo bueno y de lo malo que pasa en su vida, e internamente, la culpan de su desgracia, aunque en el fondo no han sabido hacerse una vida propia.
La gente les sirve para no hacerse cargo de su vida. Podemos oír opiniones tales como: “Él me hace sentir infeliz”. No aman porque, como decía, no tienen capacidad de intimidad. Utilizan a la gente para no hacerse cargo de sus vidas, porque no saben cómo enfrentarlas de otra manera.
Otra característica de quien padece coidentidad es que pareciera que al nacer firmó uncontrato para actuar en su propia vida como Superman o la Mujer Maravilla, y tiene que ser perfecto, todo le tiene que salir bien, a todo el mundo le tiene que caer bien. Y la vida no es así, el ser humano no es perfecto y definitivamente no puede tener el control de todo.
El problema es que el que padece coidentidad en verdad lo intenta. Cree realmente que puede decirle al otro cómo debe y puede ser, independientemente del destino de esa persona, de un poder superior o de otros factores que puedan intervenir, como por ejemplo, la voluntad misma.
Rivaliza con un poder que desconoce, pero ésta es una trampa de vida, porque la gente nunca logra ser como él quiere, nunca puede ser todo el tiempo monedita de oro, por lo que, al no lograr esta perfección, cae en el autocastigo y la depresión, y mientras más se deprime, más se autocastiga y más permite cosas que se dijo no permitiría jamás y más hiere su autoestima, todo lo cual se convierte en un ciclo.
¿Cómo se deshace este círculo vicioso? El problema se desenmaraña si su autoestima deja de depender de factores externos y de la demás gente, porque mientras esto sea así, estará atrapado en algo que no podrán resolver, por lo cual no sentirá ninguna responsabilidad. En todo caso, lo que tiene que hacer es regresar el poder a sí mismo y darse cuenta de que no puede cambiar a los demás pero que sí puede cambiarse a sí mismo.
Necesita dejar de depender de los demás. A esto se le llama desapego, y forma parte esencial de la recuperación. El desapego consiste en soltar a los demás a la vez que se establece una relación con uno mismo.
El que padece coidentidad tiene miedo a vivir la vida con todos sus dolores y su intimidad, con sus despedidas y sus separaciones; le cuesta mucho trabajo separarse y diferenciarse de la demás gente y enfrentar la vida solo, aunque sea un hecho que venimos al mundo solos y sea una realidad que no se puede cambiar con la voluntad humana.
Los sentimientos no pueden clasificarse como buenos o malos, simplemente son. No los hay adecuados o inadecuados; por ejemplo, el coraje es un sentimiento, por lo tanto debe sentirse, y una vez que cumple su función, se va. Pero quien padece coidentidad trata de controlar esos sentimientos y los niega.
La coidentidad no debe confundirse con la codependencia, ya que existen muchas diferencias entre estos términos.
Una persona que padece coidentidad puede ser alguien que ha tenido dos o tres relaciones en las que no fue querido como necesitaba y le costó trabajo separarse. No sabe cómo decir no. En ciertas ocasiones deja sus necesidades hasta el último; se le dificulta poner límites y tomar decisiones.
Puede ser un poco obsesivo en cuanto a sus características “románticas” y pensar mucho en su pareja, pero no llega a niveles de locura y obsesión. Tiene una comunicación débil, aunque sí tiene la capacidad de transmitir sus sentimientos; procura pedir ayuda a tiempo en su intento de comunicarlos.
Busca controlar y cambiar a los demás. Es dependiente emocional porque ha entregado las llaves de su autoestima y le ha dado demasiado poder a los demás, lo cual trae como consecuencia que esa misma autoestima decaiga.
Se le dificulta recibir cumplidos y halagos o se siente mal con la ausencia de éstos. Busca merecerse las cosas buenas de la vida. Entiende que las relaciones pueden terminar, aunque le cuesta trabajo y le haya dado mucho poder a la otra persona. Tiende a deprimirse y a estar temporalmente dentro del tipo de relaciones de “no puedo vivir con él, pero sin él tampoco”, pero definitivamente no es alguien que se queda al lado de un adicto activo, es decir, de un abandonador y con pocas habilidades emocionales. Entrega las llaves de su amor y autoestima a su gente querida, pero en cuanto se percata de esto, empieza a trabajar para evitarlo. Suele negar ciertas realidades.
Una persona codependiente es aquella que lleva muchos años viviendo junto a un adicto. Está completamente incapacitada para decir no, aunque suele alcanzar sus objetivos utilizando una serie de estrategias. Por lo general son personas que se dedican a rescatar a alguno de sus progenitores, hermanos, hijos o alguna persona que esté a su alrededor; rescatar compulsivamente por necesidad; todas sus relaciones se ven matizadas por su rol de víctima o rescatador. Permite ciertas conductas que ha jurado no tolerar y deja que otros lo lastimen hasta límites que llegan a niveles altos de abuso verbal, físico o sexual.
Se queja, culpa y trata de controlar, al tiempo que sigue siendo víctima, luego se enoja y se vuelve completamente intolerante, para otra vez tolerarlo todo. Se siente terriblemente ansioso por los problemas ajenos y por la demás gente, es decir, se preocupa por las cosas más absurdas, hasta el grado de perder el sueño por las dificultades y la conducta de los otros; piensa y habla mucho sobre otras personas, llegando al grado de vigilar a la gente.
Tiene momentos en que es completamente incapaz de hablar y dejar de preocuparse por los problemas, y se llega a sentir tan afectado que a veces no puede realizar su rutina cotidiana. La locura de su obsesión llega a niveles tan altos, como los de un alcohólico después de cinco o seis copas, que su mente se vuelve ingobernable y nada lo puede calmar más que cometer lo que su mente distorsionada le dicta.
Escrito por: Martha Isabel Morales