Que los hay, los hay. Son mujeres y hombres que no toleran que su prójimo sea feliz.
Algunos buscan el punto débil de su interlocutor y, al hallarlo, allí se estacionan y dan vueltas hasta que provocan dolor (como si clavaran un aguijón) e intentan convencernos, con buenos modos, que resultan “totalmente necesarios” para que nos sintamos mejor. Tratan de separarnos de quienes queremos o nos hacen bien y de generar una relación de dependencia con nosotros.
Otros, codician lo ajeno. Conocen a alguien y no les interesa si esa persona está en compañía (esto parece atraerlos aún más): intentan seducirla, compiten, buscan, utilizan los artilugios que consideran necesarios para separarlos de sus parejas y de sus familias, ya que entablan guerras imaginarias en las que deben obtener el trofeo que se han propuesto, sin importar los medios ni lo que queda destruido en el camino.
Quizá se trate de gente que siempre necesita ser el centro de todo y no toleran que otros tengan protagonismo ni siquiera un instante. A mí no me interesa si su problema es este, que su autoestima está por el piso, que han tenido una infancia desdichada o lo que les haya sucedido: nada justifica semejante accionar en contra de los demás y a favor de nadie.
En todos los casos, son manipuladores profesionales que se “alimentan” no solo de la energía y de las buenas intenciones ajenas, sino también de la ingenuidad y bondad de los demás: a muchos les cuesta darse cuenta de que detrás de una fachada amigable y cordial se encuentra alguien agazapado, buscando el mejor momento de herir para destruir y gozar.
Tal vez te parezca extraño que me refiera a este asunto, ya que siempre trato de escribir sobre temas positivos, de destacar lo bueno, de dar ideas superadoras. Pero también hay que tener presente que esta clase de sujetos existe y que, si nuestra intuición (no celos o inseguridades) nos dice que debemos tener cuidado con alguien, hay que confiar en esta lucecita que se prende dentro de nosotros. Observa la realidad y te darás cuenta si hay algún ser de estas características a quien conviene tener lo más lejos posible o neutralizar con seguridad y confianza en quienes somos, para que no se interponga entre nosotros y nuestras concreciones.
Escrito por: Merlina Meiler