Aquí estamos sentadas platicando mientras nos calentamos de éste frío invernal con cuernos de mantequilla rellenos de chocolate y el delicioso café irlandés, especialidad de nuestra querida cafetería. Esta es una reunión especial ya que Clara nos vuelve a dejar, regresa a Italia.
Renata es una mujer cuya pasión ha sido el ballet, casada sin la fortuna de haber tenido hijos, tiene una pequeña escuela en San Ángel y ahí desboca todo su amor al ballet y a sus discípulas.
Estela madre de dos hijos, felizmente casada y quién heredo la sonrisa dulce de su madre Maruquita.
Sara la bella y paciente mujer que sigue dando batalla día a día, siempre orgullosa de sus hijas Sofía y Marina, la amiga incondicional.
Carlota que tuvo que casarse sin haber cumplido los 15 años, mientras estudiábamos la secundaria y que la vida a pesar de ese pequeño descuido la ha hecho una súper mamá de cuatro, tres hombres y su peque, la bella Carlota; su marido se esforzó a pesar de sus juventudes calenturientas y es un gran ingeniero.
Adriana igualmente casada, madre de dos hermosas mujeres, abuela viajera incansable, pertenece al mundo de la sociedad acaudalada, pero que es una mujer sencilla de extraordinarios sentimientos.
Dejamos una silla vacía con una pequeña vela blanca encendida en honor de nuestra querida Lorena que partió mientras dormía, y a la que su maravilloso esposo no puede olvidar, al igual que nosotras.
Clara con esa expresión de alegría, de libertad, de ese entusiasmo por seguir experimentando en las artes, es tan bella que no representa la edad que tenemos todas, y por supuesto yo, no paramos de hablar de decirnos como nos fue en Navidad, lo que nos propusimos al empezar este nuevo año, de planear un viaje todas juntas para llegar a Asís, visitar a Clara, la cual nos hace cerrar ese trato, si somos un grupo de amigas disímbolas, pero entrañables, juntas en las buenas y en las no tanto, con planes de vida, pedimos otra ronda de cuernos y café, mientras observamos una suave y rítmica lluvia invernal.
Rebeca Harfuch