El amor maduro te hará crecer como persona Muchas de nosotras hemos nacido y crecido con la idea de que el Amor es eso que la sociedad nos ha mostrado como Amor. Canciones románticas de sacrificio, sufrimiento, apego, y desvalorización; o telenovelas de traiciones, maltrato, humillación, o las historias de nuestras madres o abuelas de infidelidades, de silencios, de la casa chica, de la indiferencia por los hijos, o la comprensión por la naturaleza masculina.
Todo este ropaje con el que se le ha visto desfilar al amor durante muchas décadas lo han reducido a un simple y complicado encuentro, a una contrariedad plasmada entre la pasión y la posesión, entre el dominio y la pertenencia.
Este amor ha despojado a los amantes de sus personalidades, y los ha involucrado en un laberinto de confusiones, en donde ni yo ni tú tienen límites que les permita auto-declararse como seres únicos y diferentes.
La autoestima queda en manos de un mercado hostil. Mientras la lujuria y el encantamiento mantienen altas las acciones de la relación, la pareja se siente vigorosa, y eufórica, pero cuando el enamoramiento se agota, muchas veces deja un cráter, un desánimo general, una devastadora soledad.
Ese Ser que creía el Ser más maravilloso del mundo, poco a poco, con el correr del tiempo, comienza a desformarse, a desteñir, a mostrarse ajeno a lo que mis ojos veían. Cuántas veces nos hemos preguntado: ¿Dónde está el hombre del que me enamoré? Porque en la sala hay un hombre mirando televisión con la boca entre abierta y el control remoto adosado a la mano derecha, que se parece físicamente al otro pero no es el mismo.
¿Qué es el enamoramiento? ¿Qué hay después? ¿Por qué siempre pasa la magia? Seguramente muchas veces te has planteado estas preguntas y has obtenido pocas respuestas satisfactorias. Porque todos los finales felices de los cuentos de hadas son sólo eso finales de cuentos de hadas.
La vida es otra cosa. Pero no por eso menos intensa o profunda. Es sólo que en la vida creer que siempre estaremos extasiados por el otro, nos lleva a la desilusión. En el amor maduro, el individuo crece como persona, la relación es un espacio de aprendizaje, y experiencias, una oportunidad para desarrollar las fortalezas, y aceptar las debilidades El enamoramiento es un proceso que tiene un inicio y un fin, como todos los ciclos de la vida. Los expertos dicen que dura entre cinco minutos y tres meses; y durante el tiempo que sea que estemos drogados por la flecha de Cupido vamos a vivir dependiente y pendiente del otro.
Vamos a pensar todo el tiempo en él, recordar los hoyuelos que se le hacen en las mejillas, contar infinidad de veces a todo el mundo como nos conocimos, hacer planes ilógicos a futuro, le haremos regalos, le escribiremos cartas, tal vez poemas, tejeremos una bufanda, prepararemos nuevas comidas, llamaremos más de costumbre por celular, por el teléfono de la oficina, el de casa; escucharemos antes de dormir, muchas veces el mensaje de voz que nos dejó, o leeremos una y otra vez el mensaje de texto que recibimos.
Pensaremos en lencería erótica, en los pocitos de celulitis y como disimularlos, en la encrucijada de un trozo más o no de pastel, en los vellos de las piernas, en el aliento, en dietas para no retener líquidos, en canciones que nos hacen acordar a él, en que tal vez nos conocemos de otras vidas. Y todo será él. Siempre será él.
Hasta que un día, un terrible día para nuestra existencia, toda la música que escuchábamos día, tarde y noche, se para bruscamente. Y aparecen dos individuos, legítimamente diferentes, que se miran con cara extraña; a veces se reconocen y otras en cambio se olvidan.
Después del enamoramiento nace el Amor o el Olvido. Cuando vivimos el amor dando rienda suelta a nuestras creencias infantiles y románticas su destino es el olvido.
Porque ya no sabremos qué hacer después de las doce, cuando todos volvemos a ser simplemente nosotros mismos. Pero ojo, no te confundas, cuando digo romántico e infantil me refiero a pretender vivir por siempre lejos de nuestro eje, habitando el espacio del otro en lugar del nuestro. A respirar porque el otro respira y a comer porque el otro dice que coma.
En cambio, cuando uno genera una relación madura de amor, la pareja es un punto importante en la vida del individuo, pero no es la vida en sí misma. Cada uno tiene su poder personal, sus sueños, sus metas, sus pensamientos, cada uno es frente al otro: un mundo, un misterio; que se encuentran, y que coinciden.
En el amor maduro, el individuo crece como persona, la relación es un espacio de aprendizaje, y experiencias, una oportunidad para desarrollar las fortalezas, y aceptar las debilidades.
Caminar de la mano de un amor maduro, abre las puertas del autoconocimiento y la empatía.
Desarrolla nuestras habilidades sociales y nos predispone al desarrollo de nuestra inteligencia emocional.
El encuentro con ese otro nos ilumina, nos recuerda que para amar, primero debo experimentar en y hacía mí ese sentimiento; cuando eso sucede, lo que comparto es amor, autenticidad y honestidad.
Compartir es una forma de multiplicar lo que tenemos. Sólo compartiendo podemos extender la luz que somos.
Escrito por: Chuchi González
Directora General de Desarrollo Humano Crear-T; coach y talleristaFoto: Eclipse de mar!