Suena el despertador y queremos extender el sueño solo un poco más, pero sabemos que esos cinco minutos pueden alterar todo nuestro día y no tenemos tiempo que perder. La casa, el trabajo, el tráfico, los niños, hacer la comida, los compromisos, más trabajo, el ejercicio, los favores que quedamos de hacer, las compras, lavar la ropa, uno tras otro, sin pausas, no hay tiempo para parar, hay mucho que hacer y las horas no son suficientes.
Si bien es cierto que vivimos en un ritmo de vida acelerado, hay personas que llevan esto al extremo. No se trata de un problema de tiempo, sino de la constante sensación de que no hacemos lo suficiente; al menos así lo señala un estudio de la Universidad Jacobs de Bremen. De acuerdo al estudio dirigido por Bellingrath S, son personas con una constante necesidad de control, así como un deseo de aprobación. Sufren de estrés crónico, lo cual se puede agravar y ponerlos en riesgo de sufrir enfermedades.
Diabetes, enfermedades cardiacas, depresión, entre otras están asociadas a esta necesidad constante de hacer las cosas. Ni siquiera es posible descansar al dormir, pues el cerebro está en constante trabajo. Son personas habituadas a realizar diversas tareas a la vez y temen ser incapaces de cumplir con todo lo que se han determinado –aun cuando nadie les esté imponiendo hacer las cosas– .
Caemos en ahora tan extendido multitasking¸ que a la larga resulta más contraproducente, pues no sólo somos más proclives a cometer errores por la falta de atención, sino que daña nuestra capacidad de tomar mejores decisiones y satura nuestro cerebro de información, lo que nos estresa aún más, generando un círculo vicioso y más consecuencias para nuestra salud.
Es necesario aprender a pausar, a dar tiempo a cada cosa y también ser asertivos para saber decir no. Somos humanos y tenemos limitaciones, si queremos hacer todo tarde o temprano alguien saldrá perjudicado –y lo más probable es que seamos nosotros mismos–. Debemos ser conscientes de nuestros límites y no tratar de controlar, pues a largo plazo, esa ilusión de control también se desvanece cuando nuestra salud se ve perjudicada.
Vivir a prisa no es vivir. Aspira a disfrutar del momento, a estar en el presente. El estrés nos hace pensar que todo tiene que ser hecho justo ahora y corremos para cumplir plazos imposibles. Cada cosa tiene su tiempo y su espacio; es necesario dárselo no sólo en las horas que le dedicamos, sino también en nuestros pensamientos. 24 horas pueden ser más que suficientes si aprendemos a utilizarlas bien.