Diversas

Adiós soledad

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Escrito por: Maggie Robles

De adolescente siempre estuve rodeada de amigos. Cuando estábamos de lo mejor, mi padre decía: “nos mudamos”. Y de repente, ya estábamos en otro lugar, con otra gente. Y en lo que empiezas nuevamente… pasas algún tiempo de soledad, tristeza y frustración.

 

 

 

Eso sucedió muchas veces. Entonces tuve que aprender a decir “adiós”, por qué el corazón llego a un punto, que ya no pudo más. La soledad empezó a pesarme mucho por qué no era nada divertido aceptarlo.

Pero, al atreverme a pronunciar la frase: “adiós”, en lugar de sentirme sola, abandonada o dejada, aprendí a esperar lo que venia adelante con expectación y emoción. A recorrer las veredas de la vida siempre con realismo, por que decir “adiós” no es necesariamente quedarse sola, aunque lo estés físicamente. En realidad, es quedarse acompañada y empapada de vivencias y experiencias buenas que pasaron, y llenarse el corazón, la mente y el espíritu de ellas.

Recalco buenas, por qué son las que vale la pena guardar. De las cosas malas hay que sacar lo bueno por qué es aprendizaje, lo demás es basura y hay que desecharlo por qué envenena el alma.

Pase muchos días sola. Pero un día conocí a un hombre maravilloso, me case con él y soy muy feliz. Entonces escribí algo que me ayuda a poner las cosas en su lugar.

Lo comparto con ustedes y espero las ayude a continuar cuando hay que hacerlo, a amar cuando tengan que amar y decir “adiós”, a lo que sea, cuando llegue el momento.

“Hoy… le estoy ganando a la soledad”

Cuando estoy junto a ti mi corazón vibra y mi vientre se estremece.

La sensación más loca la provocas tú.

Cómo cuando se vive una emoción que calienta la sangre y excita el alma.

Así, cómo aquel tenue aroma que baja lento sobre el viento suave que choca contra mi piel.

Cómo el despertar alegre y el soñar melancólico de lentas y perdidas olas.

Si supieras la agitación que provocas en mi cuando me besas y dices: “Te Amo” con honda voz.

Es cómo si un vapor espeso dominara mis sentidos y quisiera ahogarme en su dulce sabor…

Agradeciendo que hoy estés conmigo, riéndome de la ingrata soledad y burlándome inconscientemente de ella cuando te abrazo.

Pero ella rehúsa alejarse de mí, susurrando con voz triste lo mucho que me extraña.

Es bien cierto, que a veces es necesaria, pero cuando pasas tiempo de más con ella notas que es apasionadamente fastidiosa.

De repente sientes que la amas, pero al final su amor es necio y te deja una terrible ansiedad que mata lentamente.

Por eso, hoy estoy feliz, cómo flotando en un sueño del que no quiero despertar.

Deseo con toda mi alma que nunca te vayas de mí, pero acepto a la soledad en mí vida… por qué nada es para siempre.”

¿Se dan cuenta que planteo a la soledad cómo un fantasma que siempre acecha?

Por eso:

Hoy es hoy, mañana todo puede cambiar, tanto para el acompañado cómo para el sólo.

Ni nos fiemos ni nos abrumemos.

Aprendamos a decir: adiós.

Y cuando tengan que decirle adiós a la bendita soledad, búrlense de ella. Aprovechen, vivan, gocen el momento. Pero… nunca la olviden para que no duela tanto.

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