Procúrate lo mejor para vivir mejor
A veces se tienen claros ciertos objetivos pero en otras ocasiones no están tan claros. Bajar de peso, tener un poco más de dinero, o dejar de fumar son siempre metas claras y deseables. Son logros que valen la pena alcanzar. Otras veces no tenemos idea de qué hacer pero intuimos que queremos hacer algo para cambiar y mejorar. En cualquier caso, detrás de nuestros objetivos se encuentran otras metas más generales. Principios que muchas veces no nos detenemos a pensar pero que son el marco de nuestro diario quehacer. La salud es primero; Armonía interna y familiar son igualmente importantes; Equilibrio económico de corto y largo plazo, también. De todo esto platicaba con las amigas cuando una de ellas afirmó: para alcanzar tus sueños personales, lo esencial es vivir con ética.
Virtud es fuerza
Por un momento nos sorprendió con su afirmación. ¿Acaso la ética nos da la fuerza para alcanzar lo que deseamos? Entiendo a la ética como una manera de ahorrarnos problemas pero nunca había pensando en que, al llevar una vida con principios, es posible alcanzar aquello que realmente buscamos en la vida. Siempre había imaginado que la moral era una especie de camino pavimentado que evitaba llevarnos por senderos peligrosos, que era una suerte de carretera con rieles de autocontención, pero nunca había imaginado a la moral como un poderoso motor que nos impulsa día a día a obtener precisamente aquello que buscamos como personas. Aunque, si lo analizamos un poco, suena lógico que una vida virtuosa nos conduzca precisamente a obtener aquello que realmente deseamos.
Libre de elegir
La ética es la capacidad que tiene cada persona de autogobernarse a sí misma. Es tomar responsabilidad de los propios actos y rendir cuentas a una misma y a nadie más. La ética es diferente a la moral religiosa pues no se ejerce por ser orden absoluta sino por una toma de postura voluntaria. Es una moral que libremente asumimos pues la reflexionamos y la hacemos propia. Tampoco debemos confundirla con una obligación de cumplir con las leyes de gobierno. Somos libres de cumplir o no con la ley. Podemos pasarnos el semáforo rojo una y otra vez. El problema es que si lo hacemos seguramente vendrá la ocasión donde nos metamos en serios problemas nosotras mismas al tener un accidente mayor. O acabar perdiendo la licencia de conducir. Perder la libertad de tránsito, no nos conviene.
Lo que me conviene
En general, todas queremos vivir, y vivir bien. Queremos seguir viviendo, por eso somos cuidadosas en no pasarnos el alto del semáforo. Queremos seguridad. Rechazamos la muerte y la parálisis. Buscamos ser más humanas. Todos los días nos esmeramos en ser mejores. Vivir bien es nuestra prioridad. Y para todo ello es que realizamos acciones virtuosas. En palabras de Séneca “El valor de toda virtud radica en ella misma, ya que no se practica en orden al premio, la recompensa de la acción virtuosa es haberla practicado”. Cada uno de nuestros actos nos va construyendo. Somos lo que decidimos ser. Y al tomar buenas decisiones me voy dando la gran vida. Las buenas decisiones son síntoma de amor propio. Lo hago porque me valoro.
No siempre está claro
El asunto que estudia la ética es precisamente cómo tomar buenas decisiones. ¿Pero cómo saber qué es lo correcto? Podemos afirmar que un coche es bueno cuando el automóvil no da problemas mecánicos y además no gasta mucha gasolina. Una actriz es buena cuando actúa creíblemente. Pero cuando se trata de relaciones humanas, lo bueno es mucho más difícil de establecer. Por ejemplo, en ocasiones decir la verdad puede causar un grave daño. Si alguien nos pregunta dónde está fulanita pues quiere encontrarla para darle una golpiza, estamos entonces ante una situación donde responder con la verdad resultaría en un daño para fulanita. Decir la verdad nos haría cómplices. No es ésta una invitación a mentir sino sólo un ejemplo de cómo lo bueno - decir la verdad - no siempre es tan bueno.
Ética rentable
Mentir en general es malo. Entendiendo que “malo” es aquello que no me conviene. Y no me conviene pues al mentir estoy levantando una barrera entre mi persona y la persona a la que le miento. Eventualmente las mentiras son descubiertas. Como mujeres sabemos que no es tan difícil notar los cambios físicos, la mirada esquiva o el tono de voz dudoso cuando alguien miente. Al mentir se rompe la confianza que existe entre esas dos personas. Quien miente es vista con sospecha. Poco a poco, quien miente se va cerrando ella misma las puertas. Queda aislada. De esto trata la ética. De saber vivir en sociedad. Somos mamás, hijas, amigas, vecinas, ciudadanas, empresarias, profesionistas y en todas estas actividades necesitamos convivir de la mejor manera posible. De actuar lo mejor posible con los demás para beneficio de una misma.
Moldea tu personalidad Para los estudiosos de la ética, “lo bueno es aquello que me conviene” pero ello no significa que el egoísmo o el aislamiento sean el camino a nuestra realización. Por el contrario. Para Erich Fromm “el hombre encuentra su felicidad y la realización plena de sus facultades únicamente en relación y solidaridad con sus semejantes”. Tratar a los demás como quieres que los demás te traten, es la regla fundamental de la ética. Pero, afirma Fromm, “es igualmente justificado afirmar: todo lo que hagas a otros te lo haces también a ti mismo”. Para ser amada y reconocida por otros, lo esencial es ponerse en los zapatos de los demás. La empatía como una de las más grande virtudes en el arte de vivir. Un arte donde “el hombre es al mismo tiempo el artista y el objeto de su arte; es el escultor y el mármol, el médico y el paciente“. |
Amor a sí misma
“El fracaso de la cultura moderna no reside en su principio del individualismo, tampoco en la idea de que el bien moral es lo mismo que la consecución del interés propio, sino en la deformación del significado del interés propio; no en el hecho de que la gente se ocupa demasiado de su interés propio, sino en el de que no se ocupa suficientemente del interés de su verdadero yo; no en el hecho de ser demasiado egoístas, sino en el de no amarse a sí mismos”.
Erich Fromm, Ética y psicoanálisis.
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