El enojo no es negativo, si sabemos cómo canalizarlo correctamente.
Charlie Baileygates (Jim Carrey) es un agente de policía atento y amable; tal vez demasiado. Es incapaz de expresar su enojo y lo reprime tanto que solo a través de una segunda personalidad, es capaz de sacar sus frustraciones, pero con resultados desastrosos. Irene y yo y mi otro yo, lleva al extremo la idea de lo que pasa cuando reprimimos nuestro enojo.
Enojarse no es agradable, hace sentir mal tanto al que se enoja como al que recibe nuestra ira, puede resultar autodestructivo y llevarnos a actuar irracionalmente. Sin embargo, como todas las emociones, tiene una razón de ser e intentar suprimir nuestro enojo, solo nos hace más daño. En ocasiones, es necesario dejarnos sentirlo e incluso, emplearlo para nuestro beneficio.
El enojo es una fuerza motivadora, nos llena de adrenalina y si sabemos canalizarlo, nos puede ayudar a lograr cambios en nuestra vida. A diferencia de la tristeza, que nos deja sin ganas de hacer nada, el enojo implica acción y nos puede impulsar para enfrentar aquello que molesta.
Enojarse es también una herramienta para lograr negociaciones, al menos así lo señala un estudio realizado por la Universidad de Amsterdam, pues enfatiza la necesidad de arreglar el problema y facilita la existencia de concesiones para llegar a un acuerdo; sin embargo, esto no significa que al enojarnos podemos esperar ganar cualquier discusión, el enojo debe estar justificado.
Expresar nuestra molestia, también puede mejorar nuestras relaciones pues hacemos saber al otro que hay cosas que reparar y podemos trabajar en ello. También ayuda a reducir la violencia, pues es mejor expresar cómo nos sentimos verbalmente. Así mismo, puede motivar un cambio interno pues nos permite mayor auto comprensión y reflexión. Enojarse tiene beneficios, siempre y cuando sepamos cómo manejarlo.
Cuando hablamos de manejar nuestro enojo, a menudo lo confundimos con esconderlo o reprimirlo, creemos que se trata de fingir que todo está bien; sin embargo, la forma más sana de lidiar con lo que sentimos, es hablarlo. Debemos expresar nuestro enojo sin ser agresivas, siempre con respeto y recordando que levantar la voz, no nos hace tener la razón.
La ira fuera de control es destructiva tanto para los demás, como para nosotras mismas; en cambio, si aprendemos a enojaros de forma asertiva, nos beneficiaremos mucho más. Así que la próxima vez que sientas hervir la sangre respira, cuenta hasta diez y cuestiónate ¿qué es lo que te molestó tanto? Una vez que lo tengas claro, exprésalo.