Escrito por: Adriana Barroso
Antes de empezar con este relato, recordemos que una de las características del niño pequeño de 3 o 4 años, desde la teoría de Piaget, es el egocentrismo; es decir, tiene dificultades para ver las situaciones desde otra perspectiva que no sea la suya. A nosotros como padres nos cuesta trabajo lidiar con esta característica porque quisiéramos niños más comprensivos para hacer la convivencia más fácil en la familia; paradójicamente nosotros podemos llegar a caer en el egocentrismo si no actuamos empáticamente.
Conforme el desarrollo del niño va avanzando el egocentrismo va cediendo; sin embargo, siempre es útil tener herramientas que nos ayuden a ir moldeando la conducta del pequeñín, y una de ellas son los cuentos porque nos permiten entrar, por medio de otra característica propia del niño de esta edad que es la fantasía, en su mundo e ir mostrándole otras alternativas desde un nivel que puede comprender.
Comentado lo anterior, demos paso a la historia:
Había una vez una hadita muy bonita, llamada Laila, con cabello rubio que reflejaba de manera sin igual los rayos del sol; sus ojos eran verdes como el campo y su boquita parecía un rubí finamente tallado. No había nada en el mundo que le gustara más que las estrellas. Una noche descubrió una estrella pequeña cuyo titileo le fascinó. Era la estrella más hermosa de todo el cielo; su brillo era un abanico de colores. Todas las noches, sin dejar pasar una sola, Laila se sentaba en la rama de su árbol favorito a ver y a platicar con su amiga la estrellita. Así pasó el tiempo, hasta que una noche la estrellita le platicó a la hadita que debía partir hacia otro lado del firmamento. Laila rompió en llanto, diciendo:
-Nooo, no lo puedes hacer. Yo te quiero y me gustas. Te voy a extrañar.
-Las estrellas caminamos por el firmamento, así como tú vuelas por todas partes haciendo tus labores. En un tiempo regresaré y volveremos a platicar como ahora. Seguro tendremos grandes aventuras que contarnos.
- No. NoEsta historia también sirve a los adultos con ella podemos reflexionar respecto a cuántas personas les hemos quitado la libertad para llevar a cabo sus planes o cuántas veces hemos accedido a renunciar a nuestros objetivos para satisfacer las necesidades de otros te voy a dejar ir. -Respondió Laila con mucha decisión, y se marchó.
Cuando la estrella estaba distraída viendo su reflejo en el río, Laila llegó hasta a ella y con una cuerda la amarró a la rama más alta de su árbol favorito.
-Ahora si no te irás y no me dejarás. Dijo con voz ruda el hada mientras la sujetaba.
Las estrellas empezaron a irse y Laila no cedía a las súplicas de su pequeña amiga. Laila no entendía las razones de la estrella. Lo único que deseaba era no perderla.
Los días pasaron y el fulgor de la estrella ya no era el mismo. Ella estaba triste y lloraba por las noches, poco a poco su luz se fue apagando. Al ver esto, Laila recapacitó y le dijo:
-Creo que he sido muy egoísta al pensar sólo en mí, y no permitirte hacer lo que tú querías. No te mueras. Ya entendí la lección. Al mantenerte atada también acabé con tu luz y contigo. Perdóname.
El hadita soltó a la estrella y le dio un beso. Ve al lugar que te corresponde. Yo te estaré esperando de regreso. Te quiero.
Desde ese día Laila aprendió a escuchar las necesidades de los demás y descubrió que era mucho más divertido y se sentía más feliz cuando podía comprender a los que la rodeaban.
Yo sugiero utilizar este cuento a partir de los 4 años hasta los 6 o 7 años. Cuando el pequeño presente la conducta egocéntrica podemos recordarle el cuento y así poco a poco ir consiguiendo el moldeamiento.
Esta historia también nos sirve a los adultos porque con ella podemos reflexionar respecto a cuántas personas les hemos quitado la libertad para llevar a cabo sus planes o bien cuántas veces hemos accedido a renunciar a nuestros objetivos para satisfacer las necesidades de otros; ¿acaso hemos perdido nuestro brillo o mantenemos a alguien “atado” y no lo dejamos resplandecer por miedo a perderlo? Si es así, sería muy sano decidirnos y empezar a soltar tal como lo hizo la pequeña Laila.
¡Hasta la próxima, y gracias por sus comentarios!!
Escrito por: Adriana Barroso