Tener buenos modales es sin lugar a dudas una expresión de los valores de la cortesía y la educación social que nos hacen valer más como personas. Un comportamiento así nos hace cultos, distinguidos, elegantes y correctos, y todo esto tiene mucho que ver con nuestra autoestima y también con la imagen que proyectamos ante todo el mundo. Créanme amigas lectoras que es muy desagradable que en otros países nos critiquen por mal educados. Así pues, de nuestro comportamiento y educación depende que nos conceptúen como personas vulgares o refinadas.
Parece mentira la cantidad de personas que al subirse a sus automóviles se transforman totalmente. Lo peor es que somos la gran mayoría los que actuamos negativamente cuando vamos conduciendo nuestro automóvil. Y no me estoy refiriendo a esos choferes de microbuses cortos de alcance; esos se cuecen aparte. Yo lo veo cada mañana con hombres y mujeres que no respetan nada y son incapaces de ceder el paso y actuar con cortesía. Actuando siempre con ese pésimo egocentrismo que se les manifiesta: sólo importo yo, después yo, y siempre yo, los demás me valen… Empero es importante tomar nota de que estos comportamientos los podemos observar en todos los niveles de la sociedad pues he observado a finas damas transformarse en personas ordinarias al conducir sus automóviles y a elegantes caballeros comportarse vulgar y salvajemente.
¿Cuáles son esas actitudes que al ir manejando nuestros automóviles se hacen presa de nosotros? En nuestra sociedad es muy fácil identificarlas: Insultar con el claxon a nuestras madres y muchas veces a todo el séquito familiar; no permitirle el paso a otros automóviles que piden permiso, por el contrario, nos aferramos a no dejarlo pasar ya sea cuando quiere cambiar de carril o se quiere salir a la lateral o entrar al periférico. Y qué decir de aquellas personas que se estacionan en doble y triple fila para recoger a los niños de la escuela, interrumpiendo todo el tráfico y actuando con una furia que sorprende.
Y esos que tiran la colilla de los cigarros por la ventanilla; que no le ceden el paso a los peatones ni aunque se trate de personas de edad avanzada. O aquellos que cuando te vas frenando porque te estás aproximando a un tope, te tocan el claxon desenfrenadamente como desquiciados mentales. Y peor aún, aquellos que no tienen la capacidad de entender que un tope es para que se frenen y dejen pasar al otro automóvil; por el contrario, se brincan el tope a toda velocidad para pasar primero. Otra vez ese pronombre egocéntrico: yo, yo, yo, yo, y los demás me valen.
Pero ¿qué hay del respeto hacia las demás personas? ¿Hacia nuestros conciudadanos? ¿Hacia nuestros vecinos? Acordémonos de aquel refrán: “Como tratas a los demás serás tratado”. No cabe duda amigas que la mejor técnica de enseñanza que existe es dar el buen ejemplo. De modo que ¿por qué no empezamos ahora mismo a manejar con toda cortesía? Te puedo asegurar que tarde o temprano alguien te imitará y sin lugar a dudas tú te vas a sentir mejor al experimentar que se eleva tu refinamiento y tu espiritualidad. Vivamos todos en paz y armonía que nada nos cuesta.
¿Tú qué opinas?
Por Peter Dabdoub