Altruismo para desalentar a los delincuentes
N
os dimos a la tarea de averiguar cómo bajaron la inseguridad en otros países. Revisamos los exitosos casos de Bogotá, Nueva York, Barcelona y Palermo. Todas son culturas diferentes y problemáticas diferentes. Pero en todos los casos observamos un rasgo determinante: la lucha frontal contra la contaminación visual.
La limpieza de edificios, calles y parques; la recuperación de espacios públicos por parte de la sociedad; el trabajo social para dar oportunidades a vagos que rondan las banquetas; obra pública para remover al comercio informal, todas fueron acciones contundentes que trajeron seguridad. Embellecer para cuidar entre todas, la ciudad donde se habita, tiene efectos rápidos para crear ciudadanía. Es la teoría de las ventanas rotas. Probado.
Cómo piensan
En esta ocasión nos hemos dado a la tarea de averiguar qué pasa en la mente de los delincuentes. ¿Acaso son violentos porque así están construidos genéticamente? ¿Son delincuentes por biología o por las circunstancias de la vida? ¿Podemos hacer algo para evitar que nuestros hijos den malos pasos? ¿Qué debemos observar en otros para que nuestra familia esté alerta y no sea víctima de personas violentas? Las respuestas son mucho más complejas cuando tratamos de investigar qué pasa por la mente de un delincuente. Determinar cómo se construye una mente criminal no es sencillo. Y es que sabemos que cada cabeza es un mundo. A pesar del reto, nos pusimos a investigar, pues como mujeres podemos hacer mucho para traer tranquilidad a nuestro hogar y también a las calles de nuestra ciudad.
Hombres impuslivos
Quizá debamos comenzar por lo más obvio. Los hombres tienden a ser más violentos. Al menos físicamente. Prácticamente 9 de cada 10 delincuentes encarcelados son hombres. Desde luego hay un condicionamiento cultural. Desde la época de las cavernas, ellos protegían a sus familias de las amenazas físicas de un entorno violento. Pero ahora también sabemos que biológicamente ellos están construidos de manera diferente por lo que son más agresivos que las mujeres. La alta producción de testosterona les lleva a tomar actos impulsivos. De ahí que entre los 13 y 15 años, casi todos los jóvenes rompen reglas sociales y familiares. Prueban rompiendo límites. Sea por temor a la justicia o por maduración, poco después la gran mayoría de los chavos se retrae de actos antisociales. Asimismo, la ciencia ha encontrado que la mayoría de los delincuentes tiene mayor producción de testosterona que los hombres no criminales.
Mujeres cerebrales
Curiosamente, estudios realizados entre mujeres delincuentes encontraron que las más violentas también tienen los más altos niveles de testosterona. Sin embargo, la gran mayoría de las mujeres delincuentes no requieren de altos niveles de la hormona masculina para cometer fechorías o para ser agresivas con otras mujeres o con sus parejas. Quizá llevadas por las etiquetas sociales, las mujeres tienden a no pelear con las manos, a ser más cerebrales. Nosotras realizamos actos indirectos para vengarnos. No somos impulsivas como son los hombres. Estas acciones de agresión indirecta requieren de mayor inteligencia emotiva y social. Lo que las niñas aprenden mucho más rápido que los niños. En contraste, el cerebro femenino reacciona más negativamente que el de ellos ante el conflicto y el estrés. Los hombres gozan del conflicto, las mujeres lo rechazamos. Nosotras producimos serotonina, dopamina y oxitocina –las drogas de la intimidad– cuando estamos tranquilas y en grupo. Nuestra autoestima depende en gran medida de nuestras relaciones sociales.
Cero empatía
Un pequeño porcentaje de los delincuentes muestra signos antisociales desde la edad de seis años y se mantienen así hasta llegar a la edad adulta. EntreUn pequeño porcentaje de los delincuentes muestra signos antisociales desde la edad de seis años y se mantienen así hasta llegar a la edad adulta
las conductas típicas que muestran estas personas son: una muy baja tolerancia a la frustración; les cuesta trabajo adaptarse a las reglas sociales; tienen problemas de atención; tienen poca o nula capacidad de empatía; pobre inteligencia; son maniqueístas; y sobretodo tienen una extrema impulsividad. No todas las personas criminales son impulsivas pero es cierto que la mayor parte de los delincuentes, sobretodo los de larga carrera, son impulsivos desde pequeños. La neurociencia explica que estas personas pueden tener deficiencias en su corteza frontal, lo que evita en ellos medir las consecuencias de sus actos. Cosa común en adolescentes. Pero también en niños que viven hostilidad y abusos en casa. Estos pequeños no lograrán desarrollar su cerebro a cabalidad y tenderán a la delincuencia.
Todos son malos
Pero la delincuencia, en su gran mayoría piensa, planea y ejecuta. ¿Qué es entonces aquello que pasa por la mente que les lleva a ser violentos, tramposos o rateros? En términos generales tienen un pensamiento sesgado del mundo que les rodea. Interpretan la realidad de forma distorsionada; prejuiciosa. Aaron Beck, doctor en psiquiatría y autor de Prisioneros del odio, lo ejemplifica. “Una mujer hipersensible interpreta el cumplido sincero de un conocido como un insulto; un segundo después le reprende furiosamente. La interpretación que ella ha hecho de su comentario ha sido: está humillándome. Como está predispuesta a esperar que los hombres la rechacen, malinterpretó los comentarios inocentes como degradantes”. Interpretan la realidad a partir de su sola creencia -de su egocentrismo- sin darse oportunidad para entender que la verdad admite muchos ángulos. Según Beck, el criminal piensa que todos lo humillan, que toda la gente es ingrata, que todos son egoístas y hostiles y que no se puede confiar en nadie. Así se justifica.
Entrenar la empatía
Por cada delincuente hay mil personas de bien, por cada noticia negativa hay mil noticias sobre bondad humana. Es cierto que los delincuentes tienen una mente rígida pero también es posible que flexibilicen su pensamiento. Para Beck, lo primero es evitar discursos dogmáticos que separan el mundo entre buenos y malos. Nadie tiene la razón absoluta. Nadie es más que otro. Se trata de ver a los demás como seres humanos. También debemos replantearnos cada interpretación. ¿Realmente quiere hacerme daño? A veces somos hostiles pero casi siempre somos benévolos. En la educación debemos premiar las acciones altruistas. Reconocerlas donde estén, sensibilizarnos y “entrenar la empatía”. ¿Quién no ha ayudado a alguien perdido? ¿Acaso no sentimos satisfacción cuando ayudamos a una persona en apuros? El mundo está rodeado de actos heroicos. Ordinarios o extraordinarios. Hagamos alarde de ellos.
Misión Bogotá
Cuando la gente de Bogotá se dio a la tarea de reducir la inseguridad hace más de 12 años, uno de los ejes fundamentales fue el trabajo de inclusión social. Grupos vulnerables de la calle, adolescentes, vendedores ambulantes y otros segmentos fueron reclutados para realizar trabajo en las calles. A estos grupos se les explicó la importancia del orden y la limpieza por lo que ellos serían los actores principales que invitarían a la sociedad en general a ser parte de una nueva cultura ciudadana. La dramática reducción en la delincuencia probó su eficacia.
Escrito por: Equipo SuperMujer