Hace unos meses, un programa de televisión extranjera se mofó de la cultura mexicana. De flojos y tragones no nos bajaron. Dolió, pero es cierto que no gozamos de la mejor imagen. A una distorsionada visión sobre nuestra productividad debemos agregarle ahora el problema de la violencia. Si bien tenemos más seguridad que muchos países, actualmente somos la nota roja del mundo. Una mala imagen reduce el turismo y, sobretodo, frena la inversión. Afecta la economía.
Además, la imagen de nosotros como sociedad afecta nuestro estado de ánimo personal y social. Si al vernos al espejo no nos gusta lo que vemos, nos rechazamos, nos deprimimos. Nos alejamos de lo que vemos como comunidad. No queremos pertenecer o ser parte de un turbio panorama. Cuando se quiebra el tejido social se incrementan los problemas de convivencia. Malestar, enojo, envidias, tristeza o agresión son efectos de un bajo sentimiento de comunidad. Nos descuidamos entre nosotros.
Las sociedades que han salido adelante ante retos y culturas similares han trabajado con objetivos comunes y concretos. Son sociedades que han reconocido un mal común y que lo atacan en grupo para salir adelante. Comienzan por un pequeño objetivo compartido por todos. Un efecto en cascada empieza a mejorar lo social gracias a un pequeño esfuerzo individual. Eso sí, el pequeño esfuerzo lo aplican en un mismo sentido.
¿Por qué aquí no podemos?
Iniciativas sociales van y vienen y fallan. Por ejemplo, en la radio se dice que a las 12 del día pensemos los radioescuchas para quién sabe qué causa. Si bien se agradece y se entiende el esfuerzo, lo cierto es que se desperdicia la energía gubernamental, empresarial, social e individual al no identificar y proponer una simple actividad común, tangible, hacia la cual trabajar. Mientras en otros países sí se ha podido aquí no.
Escrito por: Revista SuperMujer
