Cambios

El arte de consolar

consolarConoce algunas reglas de oro que te orientarán al momento de consolar a alguno de tus seres queridos

A

ceptarnos débiles en los momentos difíciles nos ayuda a ponernos en el lugar del otro cuando también sufre. Si bien es cierto que en mayor o menor grado todos querríamos tener el control sobre los aspectos que más valoramos, como la vida, los afectos, el trabajo, la seguridad, las personas amadas, la salud, el dinero, el poder, el buen nombre, la realidad es que nadie lo logra todo de una.  En sólo un minuto una tragedia, un mal momento, una pérdida, transforman y desorganizan la vida de una persona y la de toda su familia.

Este tipo de experiencias dolorosas no siempre puede eludirse. Crecemos a partir de renuncias, de cambios que suponen pérdidas, y se puede afirmar que la vida adquiere a través de ellos significados de enorme riqueza y enseñanzas de gran profundidad.  Entre mejor aprendamos a vivirlas, a enfrentarlas y manejarlas, tanto más sólida va a ser nuestra adaptación a la vida, nuestra reciedumbre y nuestra fortaleza psicológica.
Pero así como es de importante exigirnos a nosotros mismos temple y entereza y el salir vencedores ante circunstancias adversas, también es igualmente sano el rescatar de dentro de nosotros mismos una actitud benévola, comprensiva, complaciente, de autocompañía y apoyo en las penas. Tan solo si podemos aceptarnos débiles y vulnerables en los momentos difíciles de la vida, podremos aprender a ponernos en el lugar del otro cuando también sufre. Aquellas personas que han construido su vida sobre una defensa de aparente fortaleza ante todo, suelen ser duras e insensibles hacia el dolor del otro.
Consolar viene del latín consolare y se define como “aliviar la pena o aflicción de uno”.  Es todo un arte saber consolar. No se trata de distraer sino de acompañar. No de juzgar sino de comprender. No de criticar sino de ponerse en el lugar de quien sufre, con empatía y solidaridad.
El arte de consolar debe enseñarse desde niños y tiene que ver con la generosidad de dar cuando se percibe la necesidad del otro. Pero no de dar material sino espiritualmente: de acercarse, de estar-con, de padecer con ese hermano quien vive un mal momento y de aceptar de corazón que el dolor y las penas son tan reales como las alegrías y los momentos felices.
Aunque no existen recetas mágicas para consolar, a continuación van algunas reglas de oro que afinan y orientan nuestra capacidad de sintonizar con el sufrimiento, así como algunas actitudes, muy frecuentes por cierto, que conviene evitar si queremos consolar bien.
Crecemos a partir de renuncias, de cambios que suponen pérdidas, y se puede afirmar que la vida adquiere a través de ellos significados de enorme riqueza y enseñanzas de gran profundidadActitudes que ayudan al otro:
•    Respeta y permite el tiempo que cada cual necesita para enfrentar su pena.
•    Escucha lo que el otro tiene que decir. Pero también escucha sus silencios. Con gestos expresa tu preocupación o tristeza por los relatos.
•    Facilita la expresión de sentimientos y de emociones, así estos no coincidan con lo que tu esperarías.
•    Acepta que ese corazón está herido y que la soledad que siente ante la pena es válida.
•    Recuerda que recuperarse no equivale a cancelar una pena de una vez por todas. Pregunta: “¿Cómo vas?”, “¿Hay alguna hora especialmente dura?”, “¿Cómo ves hoy las cosas?”, “¿Cómo te sientes?”, “¿Qué necesitas?”, “¿Qué te gustaría hacer hoy?”, y no adivines.
•    Ayúdale a explorar nuevas opciones, pero no tomes tu las decisiones.
•    Permanece cercano y disponible en esos momentos críticos, pero sin invadir.
•    Si ante la situación no sabes qué decir, manifiéstalo con humildad: “La verdad es que no sé qué decirte”, o “No encuentro las palabras adecuadas”, etc.
•    Reitérale que lo piensas, lo acompañas, haces fuerza por él, ofrece tus oraciones por sus intenciones.  Demuestra tu presencia con detalles, música, flores, un postre, etc.

Algunos “No”
•    No minimices ni trivialices la pena.
•    No compares la tragedia con una peor para anular la presente.  Y menos si es la tuya.
•    No impongas tus respuestas a los por qué espirituales y de otra índole.
•    No esperes ni fomentes optimismos irreales, mágicos.
•    Evita decir “lo que deberías hacer…” o “no deberías sentir…”. Recuerda que nadie puede decirle a otro cómo sentirse.
•    Tampoco dejes traslucir tu sensación de “fin del mundo” frente a la tragedia.

Evita usar frases de cajón huecas como “no eres la única”, “el tiempo todo lo cura”, “hay muchos casos peores”, etc.
Al acercarnos a alguien querido que sufre una pena con la intención de consolarlo, no podemos olvidar que generalmente los seres humanos disponemos de recursos espirituales y fortalezas psicológicas casi impensables, que con una red de apoyo afectiva, con tiempo, paciencia y mucha lucha volverán a encender la luz de la esperanza hasta en los lugares más oscuros.

Escrito por: Isa Fonnegra de Jaramillo
Psicóloga Clínica
Autora de “De Cara a la Muerte”, “Morir Bien” y “El Duelo en los Niños”
Bogotá, D.C. – Colombia

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

*