Somos seres sociales, vivimos en un mundo de constante comunicación y las palabras son herramienta básica para crear o transformar la realidad. Sabemos que la forma en que se dicen las cosas es tan importante como lo que decimos, que una palabra equivocada puede causar conflictos innecesarios, que es posible transformar emociones y pensamientos para lograr lo que queremos. Sin embargo, no siempre nos damos cuenta del poder que nuestras palabras tienen en nosotros mismos.
La forma en que percibimos e interactuamos con el mundo tiene mucho que ver con las palabras con las describimos las cosas. Los adjetivos son más que meras herramientas descriptivas o calificativas; el discurso que elijamos para hablar de nuestros problemas afecta la forma en que los vemos y cómo reaccionamos ante ellos.
Pero esto no tiene que ver con decirnos que “todo va a estar bien” o “tener una actitud positiva”; no se trata de utilizar un filtro rosa para percibir una realidad más agradable. Más bien se trata de ser conscientes de nuestras palabras, darnos cuenta de la forma en que hablamos de las cosas, pero especialmente, de la forma en que nos hablamos a nosotros mismos.
Las palabras no son inocuas; lo que declaramos influye en la forma en que se dan las cosas para nosotros. Lo que decimos refleja nuestros conflictos, ideas y percepción de las cosas. Hemos configurado nuestra visión del mundo con frases y expresiones que nos guían en una determinada dirección, pero también ideas que pueden limitarnos.
Cambiar nuestro vocabulario puede modificar nuestra percepción e incluso ampliar nuestra visión del mundo. Las palabras correctas pueden cambiar lo que pensamos, lo que sentimos y cómo vivimos. Es importante prestar atención a nuestras palabras y darnos cuenta si nos están beneficiando o perjudicando; y si es necesario, cambiar la forma en que nos hablamos.
Decía Mark Twain que “la diferencia entre la palabra adecuada y la casi correcta es la misma que existe entre el rayo y la luciérnaga” y para cambiar nuestra vida, aprender a elegir mejor nuestras palabras puede ser el inicio de grandes cambios.
Escrito por: Elena Pedrozo