Les quiero compartir esta experiencia personal. Hace poco tiempo, una “amiga” –entre comillas ahora- decidió terminar su relación de amistad conmigo. “Quiero cerrar este ciclo de la manera más pacífica, veo que nos hacemos daño, que somos muy competitivas y pues que no me has dicho la verdad”. Éste es su argumento. Realmente me quedé muy sorprendida, ya que en los últimos tiempos le ayudé a promocionar su libro, la acompañé. He de decir que ella estuvo también en algunos momentos difíciles de mi vida.
Nos conocimos en la universidad, así como con otras compañeras. Ella siempre se distinguió por ser una persona problemática, depresiva, pero también por su talento en las letras. Hay otra compañera que yo conozco desde la prepa, muy querida y estimada por mí. Total, se conocieron y bueno, la admiración de mi examiga por ésta última creció a niveles de adoración, cuestión que molestaba a mi otra “comadre”.
Pasó el tiempo, nos volvimos a ver y a compartir experiencias. En determinados momentos nos hicimos favores, estuvimos; sin embargo, siempre hubo un tufillo que empañaba esas reuniones. “Yo soy muy envidiosa, la envidia es un árbol con muchos ojos”. Hacía comentarios de ese estilo. Mi otra amiga, la de la prepa, le decía que a cada quien le ha costado trabajo llegar en donde está. “En dado caso, si existiera ‘envidia de la buena’ cosa que no creo, porque la envidia es la envidia, por lo menos ésa te haría crecer”. Cabe mencionar que mi amiga de mis años mozos en la prepa 8, está haciendo su doctorado. Y yo, tras unas circunstancias de crisis, afortunadamente laboro ya en un lugar que me gusta, donde hago lo que me gusta hacer; pero sentía su rechazo. De hecho, primero mi amiga de la prepa a quien le pondremos “Q” cortó su amistad con “A”. Porque sentía ésa “mala vibra”, y finalmente “A” me endilgó ése argumento.
Poco tiempo después me entero de que, tiempo atrás, “A” ya no me soportaba porque, según ella, yo hablaba de banalidades, no soportaba que viviera independiente. “Q” me dijo: “Yo le señalé que para mí tú no decías banalidades, que tienes esa capacidad de ver en lo más simple cosas buenas”. Total, muy plasta pero cuando le ayudé a promocionar su libro ahí si no dijo nada, ahí sí o como cuando le daba ánimos porque viene de una familia disfuncional en donde su madre no la quiere.
¿Saben? Es un sentimiento de enojo, de decepción pero a la vez me doy cuenta de mi 50 por ciento al seguir conservando esa “amistad”. Tuve mi responsabilidad de continuar hablándole y buscándola, según yo porque la estimaba y porque pensaba que ella también. No me imaginaba que sólo me soportaba para sacar provecho, pero sobre todo que su envidia fuera tanta que ése es el verdadero daño: no tolerar el bien ajeno.
¿Ustedes qué piensan? Si tienen una historia así, compártanla, y así yo también veré otros puntos de vista desde afuera.
Mi amiga “Q” me dijo: “Bueno, te hizo un favor, ¿para qué quieres a alguien que va a estar rumiando su desgracia y echándote sus malas vibras?”. En fin. Les dejo este tema y espero sus respuestas…Ah, y les prometo decirles “la neta” al responder.
Escrito por: Carolina Reyes
Foto: Leonés 9