Existen muchos mitos alrededor de bajar de peso. Cada día surgen miles de alternativas nuevas que prometen la pérdida de peso con el menor esfuerzo posible; la mayoría de las cuales solo nos ilusionan y no sólo no logran que perdamos peso, sino que pueden poner en riesgo nuestra salud. Entre el mar de opciones a veces no sabemos qué alternativa seguir y caemos en errores que no nos dejan lograr nuestro peso deseado.
Dejarnos engañar por las etiquetas. Palabras como light, bajo en grasa, sin azúcar o las letras gigantes que dicen “solo X calorías” nos pueden hacer bajar la guardia. Nos confiamos y creemos que podemos consumir libremente todo eso. Sin embargo, muchos de estos productos que proclaman ser bajos en digamos grasa, pueden tener mucha azúcar o mucho sodio, y viceversa. Por lo que reducimos el consumo de una cosa, pero no nos fijamos si el resto se equilibra con lo que debemos comer.
Otro error con las etiquetas es que no nos fijamos en las porciones y creemos que estamos consumiendo una cierta cantidad de carbohidratos, grasas o proteína cuando en realidad ingerimos al menos el doble; a menudo no nos fijamos en que las etiquetas hablan de una porción pero el paquete quizás incluye tres, por lo que asumimos que solo comimos 100 calorías, cuando fueron 300.
También es importante considerar que el consumo excesivo de algunos sustitutos, como los edulcorantes para los productos sin azúcar, pueden provocar a la larga daños en nuestra salud. Es importante ser conscientes de qué estamos consumiendo y para ello es necesario aprender a leer etiquetas.
Eliminar grupos completos de alimentos. Algunas dietas sugieren que se eliminen carbohidratos, proteínas o grasas para perder peso. Nos aseguran que dejar de lado alguno de estos grupos hará cambios en nuestro metabolismo que nos obligarán a perder peso. Sin embargo, este tipo de dietas suelen ser sumamente peligrosas porque descompensan al organismo. Es el tipo de dietas que parece producir resultados rápidos pero a costa de nuestra salud. Además no favorece el aprendizaje de buenos hábitos alimenticios, por lo que una vez que se deja el rebote suele ser inminente.
Someternos a ayunos prolongados. Nuestra lógica indica que entre menos comamos, menos engordaremos. Y aunque en teoría parece cierto, hay un efecto secundario. Cuando el cuerpo siente que está siendo privado de alimento por periodos demasiado largos decide que la próxima vez que reciba alimento debe guardar reservas. El metabolismo se altera y el organismo acumula más grasas, por lo que subimos rápidamente de peso y cuesta mucho trabajo bajarlo. La cuestión no es dejar de comer, sino comer de forma adecuada.
Hacer la dieta que le funcionó “a la amiga de la prima”. Cada organismo es diferente, cada persona tiene un estilo de vida y actividades diferentes. La dieta que le funcionó a un conocido, puede no tener los mismos resultados en ti. Hacer dieta debe ser visto como aprender a tener una alimentación balanceada y no como una tortura para perder kilos. Y para hacerlo de la forma correcta, lo mejor es acudir a un nutricionista que nos ayude a determinar de acuerdo a nuestras necesidades únicas, el plan de alimentación que debemos seguir.
Escrito por: Elena Pedrozo