Escrito por: Adriana Barroso.
Si, así como en las películas de espías el mensaje que recibe el héroe dice: “este mensaje se autodestruirá en un minuto”; algunas personas también parece que llevamos el mismo destino que el dispositivo de la cinta: la autodestrucción.
De acuerdo con Villanueva Reinbeck en su libro “Más allá del principio de la autodestrucción” existen dos tipos de factores que llevan a una persona a autodestruirse. Los primeros son los factores condicionantes entre los que están los heredados, congénitos, fisiológicos, experiencias tempranas que afectan la vida emocional, la cultura y los sucesos críticos que disparan la reacción autodestructiva.
Los segundos son los factores decisivos, estos dependen del sujeto. Ellos engloban la autopercepción, las limitaciones (reales o imaginarias), errores, fallas, percepción del entorno, actitudes, historia personal, su esencia, su necesidad de trascendencia y su responsabilidad sobre su voluntad para elegir el camino de la autodestrucción o de la autorrealización.
Para la psicoterapia Gestalt la autodestrucción está contemplada bajo la interrupción del ciclo de la experiencia denominada retroflexión. Esta interrupción es contraria a la acción; es decir, durante la acción reunimos la energía necesaria para conseguir lo que deseamos; contrariamente, en la retroflexión toda esa energía se reprime y no consigue su objetivo volcándose en contra de la persona misma.
Las frases que distinguen a una persona instalada en la retroflexión son: mejor me aguanto. No actúo. Me hago lo que quiero hacerles a los demás; o bien, me hago lo que quiero que me hagas. En cuanto a las señales corporales se pueden observar las siguientes: en vez de hablar me muerdo los labios, en lugar de llorar trago saliva o me quedo con un nudo en la garganta.
¿Qué hacer si descubrimos que tenemos conductas retroflexivas? Habrá que cultivar el amor a sí mismo y la capacidad de decisión. Tomar talleres de autoestima y liberación podrían ser una opción.
Sin embargo, no todo es negativo en la retroflexión. Su parte positiva es que en ella se da la capacidad de espera, hay autorrectificación en el momento en que se puede dañar al otro y al no ceder ante el primer impulso se tiene la virtud de la prudencia.
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