Escrito por: Adriana Barroso
“¡Estoy desesperada y sin salida! No encuentro cómo arreglar todo esto…” cuando escuché estas palabras de aquella mujer, inmediatamente recordé una tarde en la que me encontraba en la alberca techada de un hotel donde todas las paredes de aquel espacio eran de cristal, perfectamente limpio para dar la sensación de estar en medio de los jardines, y sólo la parte de arriba de ellas se abrían para dejar entrar el aire.
Esa tarde, un pájaro tuvo el infortunio de meterse en aquel lugar, y entonces, confundido por la transparencia volaba y se estrellaba en los vidrios una y otra vez con absoluta desesperación tratando de escapar, mientras que la salida tan sólo se encontraba a unos cuantos centímetros. Mi primera reacción fue tratarlo de ayudar; sin embargo, únicamente conseguí empeorar la situación pues el ave se atemorizó y remontó el vuelo hacia el techo y después trató de huir con mayor vehemencia. El pajarillo siguió intentando buscar la salida, sin tener éxito, hasta que exhausto se dejó caer, y fue entonces cuando lo pude socorrer tomándolo entre mis manos y llevándolo al exterior donde él tomó fuerzas y voló hasta una rama alta donde se sintió seguro.
Esta experiencia nos ayuda a reflexionar sobre cuántas veces hemos estado en la vida como el pajarillo estrellándonos y estrellándonos buscando la solución a un problema sin percatarnos que la solución está muy cerca o bien no permitimos que los demás nos ayuden dándonos una visión distinta de nuestra dificultad. Tal vez, también, hemos estado en el sitio contrario viendo cómo alguien no se deja ayudar y se hunde en la desesperación al rechazar otras alternativas como solución. CuandoCuántas veces hemos estado buscando la solución a un problema sin percatarnos que está muy cerca o bien no permitimos que los demás nos ayuden dándonos una visión distinta de nuestra dificultad nos encontramos en esta última situación nos podemos sentir impotentes y hasta enojados con la negativa de nuestros semejantes para salir del trance en el que se hallan; sin embargo, tal como le ocurrió a la criatura del relato, en ocasiones es necesario que las personas toquen “su fondo” para que permitan ser auxiliados o pidan la ayuda que tanto necesitan.
Algunas veces cuando estamos envueltos en un problema, que creemos sin solución, es muy útil salirnos de él y verlo como un mero espectador; podemos preguntarnos: si alguien me platicara todo lo que me abruma ¿qué le diría?, ¿qué pasos tiene que dar para llegar a una solución?, ¿qué es lo que lo estanca? ¿con qué recursos cuenta para salir de la situación?, etc. Quitándonos la liga emocional, es más fácil encontrar otras salidas.
Recordemos que cuando nuestro “yo” se siente amenazado por algún evento inmediatamente se protege mediante los mecanismos de defensa; obviamente, al no estar conscientes de ello es más difícil que tengamos una actitud abierta pues la realidad está cubierta por un velo que la hace menos amenazante pero que a la larga nos atasca y nos atrasa. Un ejemplo de ello es el caso de los padres, cuando se les avisa que sus hijos pueden estar usando drogas, lo niegan y se enojan en lugar de tomar cartas en el asunto.
Cuando estamos con una persona inmersa en un gran problema no es de mucha ayuda decirle que se está ahogando en un vaso con agua; una respuesta como ésa sólo la hará sentirse más incomprendida. Es más útil si la escuchamos con atención y le ayudamos a desmenuzar el problema para verlo desde otro lado, con otro enfoque. Esta es, precisamente, una de las tareas de nosotros los psicólogos y psicoterapeutas: ayudamos a abrir el campo de conciencia para que las personas usando sus propios recursos encuentren sus propias soluciones en un espacio de respeto, aceptación y empatía. Desafortunadamente, algunas personas piensan que sólo los locos necesitan un psicólogo y ante este prejuicio aunado a la resistencia al cambio, prefieren quedarse estancados, perdiendo la oportunidad de acceder a un crecimiento personal con el cual estarían previniendo lo que tanto temen: una psicopatología.
Escrito por: Adriana Barroso