Potenciar el diálogo con los más pequeños contribuye a mejorar sus habilidades sociales
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Con las habilidades sociales expresamos sentimientos, actitudes, deseos y derechos. Con un buen desarrollo de las mismas llevamos a cabo estas expresiones de manera adecuada, de modo que nos permiten resolver con éxito los problemas con los demás. Su dominio ayuda también a conseguir satisfacciones en todos los ámbitos, el familiar, el de las amistades, el laboral e, incluso, el de las relaciones amorosas.
La habilidad social se basa en dos tipos de lenguaje. En primer lugar se encuentra el lenguaje no verbal: gestos, posturas, la sonrisa o la mirada. Por otro lado, el lenguaje de la palabra que incluye, además, la entonación, el volumen de la voz y el equilibrio entre hablar poco o demasiado. Escuchar a los demás, saber agradecer, aprender a iniciar una conversación o a formular preguntas, pedir permiso, compartir, ayudar a los demás y saber llegar a acuerdos. Son todas habilidades básicas que nos integran de forma adecuada en la sociedad.
El proceso de socialización se desarrolla lentamente a través de un complejo proceso de interacciones personales, ambientales y culturales. La familia, sobre todo los padres, es el grupo social elemental donde se producen los primeros intercambios de conductas sociales y afectivas, valores y creencias. Son los que en el futuro tendrán más influencia en el niño.
Desde la infancia
La intervención temprana de la familia, con acciones sencillas pero muy importantes, es una herramienta clave para mejorar y aumentar todas estas habilidades sociales descritas. Un nuevo estudio de la Universidad de Sussex (Reino Unido) ha mostrado que la forma en que las madres hablan con sus hijos cuando son pequeños tiene un efecto beneficioso y duradero en sus habilidades sociales. Los resultados han mostrado que cuando las madres hablan a sus hijos de sentimientos, creencias, deseos e intenciones de otras personas, estos desarrollan una mejor comprensión social que la que tienen los niños que no reciben mensajes sobre estados de ánimo.
Los pequeños desarrollan una mejor comprensión social si las madres les hablan de sentimientos
Los investigadores midieron la comprensión social en niños de entre 3 y 12 años. Observaron la forma en que cada madre hablaba con sus hijos de tres años mientras miraban juntos una serie de imágenes. Hallaron que los niños cuyas madres habían descrito el estado de ánimo de algunas de las personas de las imágenes hicieron los ejercicios de comprensión social mejor que los que no recibieron esta información. La influencia de las conversaciones con la madre disminuyó en el mismo experimento con niños de 8 a 12 años.
Los investigadores lo atribuyen a que los niños mayores tienen más tendencia a verse influenciados por sus compañeros y otros adultos. Los resultados remarcan la necesidad de ahondar en la importancia del desarrollo social de los niños en sus primeros años de vida.
Con los niños de 8 a 12 años se hizo otro experimento. Les mostraron un personaje habitual de la televisión británica, ejemplo típico de persona insensible y que hace lecturas muy incorrectas de las situaciones sociales. Al igual que los mayores cuando ven el programa televisivo, los niños del estudio mostraron sus primeros sentimientos de vergüenza ajena. Incluso consideraron las meteduras de pata del personaje más embarazosas que los demás y mostraron una buena comprensión de lo que estaba haciendo mal.
Al final del estudio, los niños mostraron la misma comprensión social que sus madres, lo que demuestra que a los 12 años los niños pueden ser tan complejos socialmente como los adultos.
Pequeñas acciones, grandes logros
Los investigadores aseguran que estos resultados muestran que facilitar el desarrollo social del niño no debe ser una tarea complicada, ya que las charlas sobre el estado de ánimo no son difíciles. No requiere unas habilidades lingüísticas destacadas ni una comprensión social compleja. Por el contrario, éstas parecen ser del todo didácticas. Son muchas las publicaciones basadas en otras recomendaciones a los padres para guiarles en el correcto desarrollo social y emocional de sus hijos.
Los consejos giran en torno a responder al hijo con el nivel apropiado a su desarrollo mental, hablar sobre acciones u objetos que le interesan o usar la palabra para responder a sus gestos. También se recomienda a los progenitores que esperen respuestas gestuales a ciertas palabras clave en aquellos niños que aún no hablan, explicarles de forma detallada acciones que se van a llevar a cabo antes de hacerlas y esperar unos segundos antes de iniciarlas, motivarles a explorar el espacio, felicitarles ante el éxito y organizar encuentros entre niños pequeños y recién nacidos para que inicien sus relaciones sociales.
La edad de tres años es fundamental en el inicio en el desarrollo de las habilidades sociales en los niños. Un estudio de 2007 elaborado en la Universidad de Michigan (EE.UU.), presentado en el encuentro anual de la Society for Research in Child Development, apuntaba a esta edad como predictora de las futuras habilidades tanto sociales como académicas de los niños.
Este estudio añadía resultados sobre los efectos beneficiosos que puede tener en los niños la intervención paterna en el ámbito del desarrollo social, que los niños con estrés tenían más probabilidades de mostrar menos habilidades sociales y que, de la misma manera, una nutrición infantil poco adecuada era un factor de riesgo importante.
HABILIDAD SOCIAL Y COMPORTAMIENTO
Los resultados del estudio de la Universidad de Sussex también han mostrado que la facilidad para comprender a los otros no está relacionada con el buen comportamiento. Al contrario. Los investigadores hallaron que los niños con una comprensión social más compleja mostraban comportamientos negativos hacia sus madres cuando realizaban una prueba en equipo. Los expertos lo atribuyen a que el desarrollo verbal del niño a estas edades no se ha terminado aún del todo. Esta característica podría explicar el porqué de esta contradicción. Cuando se pueden usar las palabras de manera efectiva, se precisa menos expresar las emociones o necesidades a través de un mal comportamiento.
Imagen: Randen Pederson -
Fuente:Consumer.es