Mueve montañas, hiere, introduce balas en corazones inocentes, pinta moretones en pieles de infantes, destruye confianzas, abusa de la bondad, toca cuerpos que no desean ser tocados, amarra los sentimientos para llevarlos por caminos borrascosos, aprieta gatillos de armas que condenan a los muertos, esos millones de los que hablan las noticias locales, firma divorcios, abandona niños, mata de inanición, apuntala con el dedo, educa delincuentes, machos. Miente, miente…
Y la alimentamos nosotros, diario, con enojos permanentes, con llantos innecesarios, con ésta violencia que nos está matando y mientras morimos, ella se nutre, engorda con los gritos, con la indiferencia, se empanza con el simple pasar de los días llenos de rencor, con esa ausencia de perdón, con cada golpe, con cada falta de respeto. Mata, mata…
No sabe lo que es la sapiencia, la rechaza, la odia, no la conoce ¿qué curioso no? tener ese sentimiento tan grande, como el odio, hacia algo que no se conoce y precisamente la envidia de lo desconocido la corroe, la impacienta, la atormenta. Y cuando empezamos a conocer, saca sus garras grandes y filosas para romper el lienzo que sostiene nuestra hambre de saber.
Nos prefiere estúpidos, incompetentes, nos prefiere poco leídos, inocentes, agachados, mediocres, nada exitosos, anulando votos electorales, corrompidos. Nos quiere ver en los aparadores, aparentando ser, siendo aparentes sabios que al final ignoran que nada son sin el conocimiento. Aunque a veces lo sabemos, nos gusta que nos toque de repente con sus velos de mentiras y sus atardeceres de cartón que se moja con la lluvia de la falta de memoria histórica.
Debo confesar que en ciertas ocasiones me hace degustar un sabor a cielo, otras a mar, pero son espejismos, porque lo único que ella puede dar es el resabio de ella misma, en sí es perversa, su esencia es la negación, nos envuelve en ésta insana relación de simplemente no tener idea. No extrañamos lo que no conocemos ¿seríamos más felices sin saber? ¿Cómo manejar la verdad? ¿el conocimiento?...
LA IGNORANCIA seguirá matando, golpeando, seguirá restando tranquilidad, menospreciando felicidad y llevándonos por los caminos de la demolición de los valores, de la destrucción de bases sólidas para afrontar con sensatez la vida. En cada aparición se llevará un poco de sentido común hasta terminar con el respeto mismo de las identidades que nos hacen ser, estar, vivir, reír.
Tenemos que leer, escuchar más, hablar menos, tenemos que hacerle cancha al conocimiento y así tal vez podamos erradicar la ignorancia, la discriminación, la violencia, la inequidad de género, las ideas preconcebidas, la terquedad, el egoísmo, la soberbia, el miedo mismo. Intentemos trazar un camino forjado con hierros de respeto, de apertura, cuidemos las tradiciones, respetemos las diferencias, sean las que sean y amémonos tal como somos.
En algún momento desconoceremos que no saber… simplemente no se sabe. Debemos intentarlo.
Evangelina Jiménez Olvera.