El director técnico mexicano genera polémica al criticar la inseguridad y anunciar que debido a la misma no vivirá en el país
Escrito: Gabriela Warketin
L
a ecuación es casi predecible: 'personaje público y popular' + 'declaración controvertida' = 'escándalo seguro'. El respetable se alborota, la comentocracia se desborda: las pasiones nunca se hacen esperar.Revisemos lo sucedido. Javier Aguirre, otra vez entrenador de la selección Mexicana de Fútbol (y en su momento del Osasuna, del Atlético de Madrid, del Pachuca, etcétera), habló, tocó fibras y nos obligó a vernos en diferentes espejos.En una entrevista, hace unos días, para la Cadena SER, Aguirre comentó la situación de inseguridad que se vive en México; contundente, soltó un repetido "jodido" para calificar lo que aquí se vive (las inundaciones, puntualizó, pero sobre todo la delincuencia y la violencia); matizó al declarar "¡hombre!, no es Haití"; se refirió a la supuesta tranquilidad de hace décadas, cuando los malos se mataban entre ellos, pero dejaban en paz a la sociedad; y sentenció que al terminar el Mundial 2010, regresará a Europa, como sea, porque vivir en México "¡no!". Habló también de la Selección mexicana para ubicarnos en la realidad de sus alcances. Y, bueno, de la radio española a los medios mexicanos: el trecho terminó siendo corto para encender la mecha de las pasiones.
Reacciones ha habido muchas. Entre las airadas están desde quienes mientan la progenitora de Javier Aguirre, le exigen que se largue ya, lo tildan de malinchista(genérico para nombrar al mexicano que ama lo extranjero), le recuerdan que de por sí hace mucho no vive en el país (reside en Miami y parte de su familia en España), le restriegan los millones que recibe, y un montón de linduras más. Entre quienes se dedican al turismo salen reclamos contra Aguirre: "sus palabras no ayudan a reactivar la imagen del país, ¡joder!" (ésta se convierte en la palabra de cambio).
También hay reacciones de apoyo, o que secundan lo dicho: voces que reclaman la hipocresía de quienes se enojan ("¡a poco no todos nos iríamos de México si pudiéramos!"). Un estudiante recuerda una conferencia de hace algunos meses en que un profesor preguntaba quiénes se irían de México si pudieran, y sólo dos personas no levantaron la mano. Algunos reconocen la sinceridad de Javier al expresar lo que tantos sienten. Por ahí otro más sentencia: ¡ya vámonos todos, el último que apague la luz! Y sí, otro montón de linduras más.
Javier Aguirre es un personaje que me cae bien, por sus logros, sin duda, pero sobre todo por su forma de ser: directa, casi bronca. Y sin duda lo que dijo en la entrevista radiofónica refleja no sólo lo que muchísimos mexicanos sienten o piensan, sino también algo de lo que sucede en el país. Yo misma, en éstas y otras páginas, he sido profundamente crítica con el rumbo que está tomando México, con la violencia que se nos contagia a diario. No puedo negar la tragedia de los millones de jóvenes que han visto cancelado ya no su futuro, sino el presente mismo, ante la imposibilidad de trabajar o estudiar. Sigo señalando el peligro que implica la polarización extrema (en temas políticos, sociales, morales) que se atiza a la menor provocación. Recuerdo las tareas pendientes en materia de calidad y cobertura de la educación, de densidad y participación ciudadanas, de democracia comunicativa, de reconocimiento y celebración de las diferencias. Temo la embestida conservadora que se deja sentir cada día más y amenaza con cancelar los avances logrados en reconocimiento de derechos. En fin, yo misma podría decir que mucho de lo que pasa en México ¡está jodido! (para ponerme a tono con la expresión en turno). Pero algún prurito me recuerda que, con todo, Javier Aguirre es Javier Aguirre, entrena a la Selección Mexicana y sus palabras tienen el peso de su innegable proyección simbólica.
No hagamos, sin embargo, una tormenta en un vaso con agua. Más allá del tono un poco condescendiente y de cierta arrogancia, con que Aguirre dijo lo que dijo -chocante para nuestra a veces muy delicada sensibilidad nacional-, y sí, sin olvidar que hace menos de un año acompañó al Presidente Calderón en el lanzamiento de la campaña Vive México para reactivar la industria turística mexicana, reconozcamos que en lo dicho se reflejan verdades y percepciones que son las que debemos atender. Nombrar las cosas no implica crearlas, si acaso hacerlas visibles. Y no nombrarlas tampoco implica desaparecerlas, si acaso reprimirlas.
Cuando los famosos hablan, las palabras resuenan. Recordemos el escándalo de hace apenas unos días, al twittear el colombiano Juanes una especie de clave del supuesto Blackberry del venezolano Hugo Chávez (ingeniosamente encriptada como H1J0D3PU7A). La herida fue tal que incluso a los simples mortales que en algún momento re-twitteamos el episodio, nos fue como en feria. Por eso las palabras y el tono de Javier Aguirre importan. Por quien es, por lo que representa y porque lo que vivimos en México no es juego de niños: es una realidad dolorosa y sentida. Aunque si lo expresado ayuda a que se acentúe la conciencia de que somos los mismos mexicanos los que debemos poner manos a la obra y seguir trabajando para que los intríngulis se desanuden y los escenarios se clarifiquen, bienvenido sea.
Lo sé, lo sé... suena ingenuo esto último que escribí, pero, ni modo, soy de las que quieren seguir viviendo en México, con todo y lo que se jodió. Así que, Javier, muy a la mexicana: ¡no nos ayudes compadre! O, bueno, ayúdanos un poco más.
Fuente: El Pais
Directora del Departamento de Comunicación de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México; Defensora del Televidente de Canal 22; conductora de radio y TV; articulista.