Ante las palabras juego y creatividad es probable que nos remontemos a nuestra infancia; aquella época en la que solo bastaba un poco de imaginación para convertirse en astronautas, piratas, científicos o quizás estrellas de rock. En el mundo del juego no había límites y cualquier idea, por extraña que sonara, siempre podía ser viable. Y quizás eso es lo que necesitamos si deseamos ser más creativos.
Creemos que el juego es solo para los niños y quizá también por eso, al convertirnos en adultos parece que perdemos gran parte de la creatividad e imaginación que nos caracterizaba. Pero no es que la creatividad sea un recurso que se desgaste, no es que nos hayamos quedado sin imaginación, es que ahora ponemos más trabas al flujo de nuestras ideas.
Mientras que los niños juegan y se atreven a expresar todo lo que piensan porque no están preocupados por si sus ideas son “tontas” o incluso realizables; para los adultos la falta de certeza y el miedo al juicio se convierten con frecuencia en barreras para la libre expresión del pensamiento creativo. Sin embargo, el juego nos puede ayudar a lidiar con estos obstáculos.
Así lo han demostrado diversos estudios; como el realizado en 1967 por Brian Sutton-Smith, un teórico del juego que pasó gran parte de su vida investigando la importancia del juego en la vida. En su estudio, se pidió a los participantes que imaginaran varios propósitos para un objeto; aquellos a los que les fue permitido jugar con el objeto, tuvieron un número considerablemente mayor de ideas para su uso.
Otro estudio que respalda esta utilidad del juego para la creatividad, fue dirigido por los investigadores Paul Howard-Jones, Jayne Taylor y Lesley Sutton. En este se les permitió a algunos de los participantes jugar diez minutos con plastilina, antes de asignarles diversas tareas; aquellos que jugaron mostraron un mejor desempeño en las tareas asignadas y tuvieron ideas más creativas.
El juego ayuda a niños y adultos por igual a ser más creativos. Nos libera un poco del peso de la incertidumbre y abre nuestras perspectivas; nos impulsa a buscar nuevas soluciones a las situaciones que se nos presentan; sin nos atrevemos a “colorear fuera de las líneas” y nos preguntamos “¿Qué pasaría sí…?” en lugar de evaluar cada posible idea y detener a nuestra imaginación, podemos ejercitar nuestra inventiva y ser cada vez más creativos.
Escrito por: Elena Pedrozo