Aplicar el sentido común durante las vacaciones es fundamental para evitar excesos
Escrito por: Maite Zudaire L
os días de descanso invitan a estar más relajado y ser más complaciente con alimentos poco saludables: más helados, chucherías y dulces, bebidas refrescantes, fritos y demás aperitivos calóricos a deshora...
Estos excesos, aunque sucedan en pocos días, pueden ser suficientes para provocar, como poco, malas digestiones. En el peor de los casos, las comidas desproporcionadas pueden descompensar la salud de quienes tienen enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión, colesterol y ácido úrico altos, u obesidad.
La visita a otros lugares o países con distintas culturas culinarias durante las vacaciones lleva implícito un cambio, en ocasiones radical, en las costumbres y en los horarios de las comidas. En ocasiones, supone el consumo de alimentos nunca antes probados o el contacto con nuevos sabores, especias y condimentos, que pueden hacer que se resienta el estómago. Cualquiera que sea el lugar de destino, por muy cercano que esté del propio entorno, tendrá una gastronomía particular capaz de sorprender al viajero.
Vacaciones de camping
El camping es una forma particular de alojarse que permite disfrutar de la naturaleza y de la playa de una manera directa. Para sacar el máximo provecho y economizar las vacaciones respecto a la comida, conviene disponer de los equipos adecuados: cocinas con quemadores múltiples, utensilios de acero inoxidable, neveras con capacidad suficiente, recipientes isotermos para mantener la comida a una temperatura segura y evitar que se contamine con gérmenes patógenos. Asegurarse de que el agua de bebida es potable, es fundamental. En caso de duda, se optará por usar, tanto para cocinar como para beber y enjuagarse la boca, agua mineral, a menos que se disponga de un dispositivo potabilizador. Una jarra filtradora también resulta útil para asemejar, en un plano digestivo, la diferente composición de las aguas según el lugar.
El equilibrio en las comidas pasa por organizar los menús semanales de la misma manera que en casa, aunque haya imprevistos y cambios de última hora, tanto en horarios como en tipo de comida. La clave está en no recurrir siempre a las conservas industriales, sobre todo si son fuertes en su preparación y condimentación (legumbres con tropiezos, callos o estofados). Una posibilidad son las conservas caseras, aunque es conveniente asegurarse de la correcta manipulación y conservación de las mismas.
La variedad en la dieta obliga a no comer sólo pasta, pizza, lasañas, arroces u otros preparados precocinados. La mayoría de los campings disponen de supermercado en las mismas instalaciones. Si no es así, en el pueblo o en la ciudad más cercana habrá un establecimiento donde se pueda hacer la compra diaria o semanal de alimentos frescos. No obstante, los frescos (carnes, pescados, huevos, hortalizas y leche) son los alimentos más problemáticos si no se conservan en buenas condiciones de refrigeración.
Es fundamental tener en cuenta unas normas básicas de higiene y de seguridad alimentaria, con el fin de evitar toxiinfecciones alimentarias. La leche o el resto de alimentos frescos, una vez abiertos, no deben mantenerse a temperatura ambiente. Se puede optar por leche en polvo o condensada y dejar la líquida sólo para cuando se sepa que se va a consumir en el momento.
En cualquier caso, es preciso disponer de una nevera con capacidad suficiente, o en su defecto, comprar cada día los productos que se comerán. La clave para evitar problemas de contaminación microbiana está en saber manipular con seguridad e higiene los alimentos. En el caso de que se coman crudos, es preciso lavarlos y desinfectarlos antes, mientras que los cocinados deben estar en su punto.
De campo y montaña
El campo y la montaña son otros dos destinos turísticos muy demandados. Las excursiones de un día o las travesías de mayor duración por la montaña tienen como asignatura obligatoria pensar y planificar las comidas. Por norma, no conviene hacer excursiones difíciles y largas sin previsiónEs fundamental tener en cuenta unas normas básicas de higiene y de seguridad alimentaria, con el fin de evitar toxiinfecciones alimentarias
de comida y de bebida. Para las salidas cortas de varias horas, conviene comenzar por pequeñas excursiones y alargarlas según la capacidad física, salvo que todo el personal esté en buenas condiciones. En estos casos, debe guardarse en la mochila toda la comida y bebida que se necesitará durante el día, aunque hay que conseguir que ocupe y pese lo mínimo, ya que tendrá que quedar espacio para ropa de recambio (de abrigo o chubasquero), cantimplora, cámara de fotos, navaja, gorro o visera o guantes.
Antes de comenzar la excursión, es imprescindible un buen desayuno con cereales (arroz, muesli, pan, bizcocho, galletas), líquidos y fruta fresca y/o desecada. Para reponer fuerzas a mitad de jornada, son adecuados los bocadillos o sándwiches. Son más recomendables los rellenos con ingredientes poco grasos como jamón serrano o york, pavo o pollo, queso semigraso, atún y mezclados con vegetales (lechuga, tomate, zanahoria, cebolla...). Los alimentos grasos (embutidos, butifarras, quesos curados, patés...) entorpecen la digestión y merman el rendimiento físico. Si se tiene la oportunidad, resulta más sabroso comprar pan del día y llevar los ingredientes limpios, preparados y cortados para montar los bocadillos al momento. Si esto no es posible, es preferible tostar el pan del día anterior o utilizar pan de molde.
Los tentempiés energéticos como galletas, frutas desecadas, frutos secos, barritas de cereales y fruta fresca son recursos que no deben faltar en la mochila. Estos alimentos se han de contemplar como un aporte extra en caso de que se alargue la excursión o de que el nivel sea superior al esperado, pero no es la excusa para atiborrarse de ellos con el pretexto de que "la montaña aumenta el apetito".
De vuelta al lugar de descanso, lo saludable es hacer al menos una comida equilibrada al día. Es la manera de compensar la dieta y recuperar los nutrientes energéticos con platos de arroz o pasta, mezclados con ensaladas y verduras, y la cantidad justa de carne, pescado o huevos.
Días de sol y playa
Si la playa es el destino escogido para pasar los días de asueto, los alimentos que se lleven se han de seleccionar con sumo cuidado para evitar riesgo de toxiinfecciones alimentarias que puedan estropear la estancia.
El tipo y la cantidad de comida dependen del tiempo que se tenga previsto estar al sol. Hay alimentos que pueden resultar problemáticos si no se dispone de una nevera que garantice el mantenimiento de los productos fríos en condiciones de refrigeración (entre 0º y 5ºC) o recipientes isotermos que mantengan la comida caliente como mínimo a 65ºC. Estas temperaturas se aplicarán a los alimentos de mayor riesgo, como son los platos preparados con huevo (las tortillas de patata son poco seguras por el riesgo de salmonella que suponen), las preparaciones de carne picada (albóndigas, filetes rusos, salchichas frescas, hamburguesas...), los pescados poco cocinados o el marisco.
Si no se pueden garantizar las temperaturas de seguridad, se aconseja recurrir a otros alimentos de menos riesgo como las ensaladas variadas (de pasta, de arroz, de legumbres) sin huevo ni pescado y con el aliño aparte; los bocadillos de jamón, quesos, fiambres, atún y vegetales; además de la fruta fresca. Una norma básica de higiene es lavarse las manos antes de manipular cualquier alimento o utensilio de cocina.
Además de las toxiinfecciones alimentarias, el mayor riesgo al comer en la playa es el corte de digestión. Este malestar es posible al bañarse sin que hayan transcurrido dos o tres horas después de haber comido o si se toman bebidas muy frías de forma rápida.
Escrito por: Maite Zudaire