El Dr. Óscar Galicia es psicólogo por la Facultad de Psicología de la UNAM, y posee una maestría y doctorado por la Facultad de Medicina. Actualmente es profesor de tiempo completo y es responsable del área de Neurociencias y Procesos Básicos del Departamento de Psicología de la Universidad Iberoamericana. Platica con Confesiones de Sofía sobre los adolescentes, y nos da algunas recomendaciones para manejar mejor la relación con ellos.
¿Cómo se define la adolescencia desde el punto de vista psicológico?
Bueno pues no solo es una definición psicológica, sino que es un paso de la infancia a lo que es la vida adulta. Durante mucho tiempo en diferentes sociedades, el adolescente era considerado prácticamente como un adulto. El niño crece, se convierte en hombre o mujer. En muchas sociedades ese fue un paso intermedio que no existía. En cuanto el niño se convertía en un joven en edad reproductiva pasaba a la edad adulta en automático. En nuestras sociedades actuales hemos prolongado este paso y lo hemos convertido en un periodo algo tortuoso de existencia en el sentido de que ni lo consideramos un niño ni un adulto y lo mantenemos en un estado de latencia, esperando que un día aprenda a ser adulto.
¿Cómo ha cambiado la experiencia de ser adolescente de unos años para acá?
Cada vez se prolonga mucho más, y también depende del país del que estemos hablando. En Estados Unidos, por ejemplo, el periodo de la adolescencia prácticamente se ve cortado por la entrada de los jóvenes a la universidad. A los 18-19 años el joven sale de su casa, se va a otro lugar a vivir solo y hace una vida como adulto. Eso corta mucho la dependencia familiar y afectiva de estos jóvenes.
Eso no ocurre por ejemplo en México. Desde una tradición cultural hasta factores económicos han llevado a que los jóvenes se mantengan durante más tiempo en el entorno familiar y que tengan una actitud dependiente: dependen de dinero, de autoridad, de moral, etc. Ese periodo se prolonga incluso hasta después de la universidad. El joven sigue viviendo en su casa y dependiendo de ella. El proceso de la adultez se estanca.
Por otro lado, tiene la bondad de que se permite que los jóvenes permanezcan más tiempo en casa de sus padres y que reciban una mejor orientación, claro cuando hay una relación adecuada con los padres. Cuando no es tan buena esa relación, lejos de convertirse en un periodo que lo lleva hacia un crecimiento, madurez e independencia, suele promover justamente lo contrario. Los lazos tan estrechos que se forman fomentan la dependencia y la necesidad de tener control sobre los jóvenes.
¿Por qué se vuelven apáticos o rebeldes los adolescentes?
Bueno en este caso hay una característica especial. El adolescente, por primera vez, pasa de un tipo de aprendizaje de conciencia prestada de sus padres, a una forma en la que se da cuenta de que el mundo no es exactamente como se lo platicaron y descubre que tiene la capacidad de explicárselo de otra manera.
En esta etapa buscamos sentidos y significados nuevos al mundo. El adolescente quiere llegar a sus propias conclusiones. El adolescente cuestiona todo, y pregunta cuál es la verdad y por qué no se la dijeron. Lo puedes ver en los grandes movimientos políticos de unos años para acá, que una gran parte están dirigidos por jóvenes. Se dieron cuenta que el mundo era otro, que les habían mentido, que algo no les dijeron.
Se genera un claro desencanto que puede ir desde el desencanto que lleva al joven a la apatía, a rendirse y a decir no importa lo que haga nada cambiar, no hay motivación para nada. Otra es que se manifiesta una clara rebeldía. No sé que no me gusta pero no me gusta y además me expreso de manera violenta, como ha sido el caso reciente en Gran Bretaña. No hay ningún reclamo político, simplemente estamos hasta el gorro, no estoy contento y expreso este enojo de manera agresiva.
¿Cómo manejar a un adolescente apático o rebelde?
Lo más sencillo es poner el ejemplo, mostrándoles que existe una vida buena, fomentando la salud mental. Los ejemplos buenos pernean. Las personas cercanas al adolescente deben ser buenos ejemplos para él y deben compartir las cosas buenas con ellos, demostrarles que se pueden vivir y que vale la pena vivir por ellas.
¿Qué se podría recomendar a los padres para que manejen mejor esta etapa con sus hijos?
Lo que requerimos son relaciones familiares sanas. No es contraproducente que el adolescente esté en su casa cuando existe este tipo de convivencia. En este sentido, lo que necesitamos es fortalecer estas relaciones, las cuestiones como el apoyo, la comunicación y el respeto. Si el adolescente recibe esto en su hogar puede establecer una relación saludable y de confianza en casa, y así es más fácil hablar con él, ofrecerle la información que necesita para cuidarse fuera de casa, darle consejos. Así, el no tendrá que depender de otras fuentes de cariño y apoyo. La familia debe convertirse en un bastión que le de seguridad al adolescente y no que lo limite.
¿Qué sugiere para aprender a comunicarse asertivamente con ellos?
Mira muchas veces el joven no es el problema, a veces también es difícil comunicarse con los padres. Cuando hay un entorno familiar conflictivo, debemos empezar a trabajar en la forma en que los padres se comunican, en si son una fuente de apoyo porque, ¿de qué le sirve a un adolescente comunicarse con sus padres si sólo lo van a limitar o no le van a ayudar con su problema? Ellos no son tontos. Pero si sé que puedo recibir apoyo y comprensión entonces puedo sentir la confianza de hablar con mis padres, mi familia. Esto no quiere decir que me toleren todo, sino que es un equilibrio muy fino que pocas familias tienen. Y rara vez piden ayuda profesional. Eso es un grave error, porque la orientación que requieren la pueden obtener con un profesional que entiende estas cuestiones y está capacitado para guiarlos hasta encontrar una solución.
¿Por qué cuesta tanto pedir ayuda?
Eso es una cuestión cultural. Cuando te duele algo vas al médico, pero cuando tienes un problema emocional no existe la cultura de ir al psicólogo. Tendemos a creer que los problemas personales debemos resolverlos por nuestros propios medios. Y esto no tiene por qué ser verdad. Yo invito a los lectores a que no piensen así. Si nos duele el corazón no tenemos por qué llevarlo solos ni curarlo con tequila. Existen profesionales que pueden ayudarnos con nuestras incertidumbres, con el trato con adolescentes, relaciones familiares. Que si tenemos una necesidad podemos y debemos pedir ayuda.
Escrito por: Confesiones de Sofía