Dicen que un viaje de mil millas, se inicia con un paso. Los cambios no siempre son abruptos o instantáneos, de hecho, es más común que sean graduales; las pequeñas decisiones que tomemos tienen un gran impacto en nuestra vida a largo plazo.
A menudo tenemos la creencia de que son eventos determinados los que cambian nuestra vida: el inicio de un nuevo año, un viaje o quizá una experiencia cercana a la muerte; y si bien podemos tomar estas experiencias para darnos el impulso de iniciar un cambio, lo cierto es que serán los pequeños pasos los que nos lleven a una transformación.
Las decisiones que tomamos a diario tienen más impacto del que notamos. Cuando se trata de grandes decisiones, nos tomamos el tiempo para reflexionar, pero ante las más pequeñas nos decimos “qué más da” y es hasta que enfrentamos las consecuencias que notamos su impacto.
Un ejemplo es con la alimentación; puede ser que un día elijas comer un pan dulce en lugar de una manzana y por un ese día está bien. Pero debemos cuestionarnos ¿qué tan cierto es que se trata de una decisión de un día? La mayoría de las veces no es así y si bien, lo que decides un día tal vez no tenga mucho impacto, se van sumando decisiones que tienen impacto a largo plazo.
Si tomamos las decisiones pequeñas de forma más consciente, es posible impulsarnos a lograr los grandes cambios que queremos para nuestra vida. Ya sea que quieras mejorar tu salud, iniciar un negocio o viajar, será la constancia lo que nos permita lograr los cambios. Los pequeños pasos nos llevarán a la meta.
Es por eso que entornos administrativos a menudo se recomienda establecer objetivos a corto, mediano y largo plazo. Son los objetivos cortos, los más asequibles, los que nos marcarán el camino para llegar a la meta –que por ahora luce lejana– del largo plazo.
Escrito por: Elena Pedrozo