Si te preguntara ¿cuándo comes? Probablemente tu primera respuesta sería “cuando tengo hambre”. El hambre es un mecanismo a través del cual nuestro organismo nos dice que necesita alimento, que necesita ese combustible que le ayude a seguir adelante a lo largo del día. Sin embargo, ¿comemos sólo cuando tenemos hambre?
En ocasiones son otras las causas las que nos llevan a buscar la comida; tristeza, estrés, desesperanza, ansiedad, enojo, aburrimiento e incluso emociones positivas como la alegría. Tenemos una amplia gama de emociones que a menudo no sabemos cómo manejar y, en lugar de lidiar con ellas, recurrimos a la comida, especialmente la chatarra.
La alimentación tiene entre sus funciones brindarnos la energía que necesitamos poniendo en reserva parte de esa energía para el momento en que se necesite. El cuerpo requiere cierta cantidad de reservas, pero cuando esas reservas se acumulan viene la obesidad.
Darle a nuestro cuerpo más alimento del que necesita es lo que nos hace subir de peso. Y no comemos de más porque “tengamos hambre” comemos de más porque tenemos otro tipo de vacíos que queremos llenar, vacíos emocionales. Es difícil darse cuenta, nos sentimos ansiosos, irritados o tristes y la comida, al menos temporalmente, puede hacernos sentir mejor. La siguiente ocasión en que nos sentimos así nuestro cerebro ha asociado que la mejor respuesta es comer algo y nos vamos sobre la comida sin reflexionar por qué lo hacemos.
Para que un plan de pérdida de peso sea efectivo debe ser integral; no basta con un plan de alimentación y ejercicio constante, también es necesario tratar esas causas que nos llevan a comer aunque no tengamos hambre.
Alcanzar nuestro peso es una cuestión de cambio de hábitos, pero poco se puede hacer si nuestras emociones interfieren con nuestra voluntad. Es necesario ser conscientes de cuáles son las causas que nos llevan a comer de más y asegurarnos de que nos alimentamos por hambre física y no emocional.
Aprende a reconocer y aceptar tus emociones en lugar de esconderlas tras la comida. Antes de correr al refrigerador pregúntate si en verdad tienes hambre.