Las costumbres y tradiciones son un puente entre el pasado y el futuro que forja nuestra identidad y nos hace ser parte de un todo.
Vivimos la era de la comunicación y paradójicamente, pensamos y actuamos cada vez más alrededor de nuestra individualidad. Basta voltear a ver a un grupo de adolescentes que se vuelven a su teléfono para desconectarse del grupo. Twitter, esa gran herramienta de comunicación instantánea sirve para que el mundo se entere de mis acciones, mis opiniones, mis preferencias, mis ideas y los muchos “mis” que tengo pro expresar. Y si quieren saber más de mí pues vean mi página de Facebook. Ahí encontrarán más detalles de… mí.
No es que la tecnología nos vuelva narcisistas. Es que estamos envueltos en una era donde al usar los nuevos medios, nos interesa revelar los detalles más triviales de nuestra vida personal. Queremos que nuestro Yo se vuelva viral. Y ¡Oh paradoja! Nos sentimos con mayores vacíos internos. Las adicciones van en aumento, la depresión también. Estamos más conectados que nunca, sin embargo, aumenta nuestra sensación de soledad.
Las noches mexicanas, poco a poco, se volvieron una tradición. Sea como sea, los ritos y las tradiciones nos dan sentido de pertenencia. Nos unen en familia o nos unen en sociedad. Pertenecer nos da seguridad, confianza, alegría. Los rituales son una gran oportunidad de recordar que existimos gracias a nuestros antepasados, que vivimos en sociedad y que sobrevivimos gracias a nuestra pertenencia al grupo. Los ritos nos fortalecen.
Somos parte de un todo.
Celebrar la llegada de la primavera, el cambio de las estaciones, el 15 de Septiembre, la Navidad y el Año Nuevo, nos permite darnos cuenta que somos parte de algo mucho más grande. Al saber que formamos parte de algo mayor nos quitamos un peso de encima, pues nos fortalece el saber que somos mucho más que una persona individual. Los ritos sirven para controlar los miedos y fortalecer la alegría.