Leer para saber
Cuando era chica, vivíamos a veinte minutos de la ciudad, y recuerdo que se interrumpía la energía eléctrica por la noche frecuentemente. Era el suceso más emocionante pues equivalía a que se suspendieran todas las rutinas; nos reuníamos con mamá, quien nos contaba, alrededor de una vela, leyendas y anécdotas de la vida de su abuelita.Un día llegó a la casa una caja de madera herméticamente sellada. Al preguntar por su contenido, me dijeron que era un tesoro. Mi decepción fue grande cuando sólo vi 20 libros. Yo me imaginaba un tesoro, con joyas y monedas. Pero cuando papá empezó a leernos su contenido – Las fábulas de Esopo, Alicia en el país de las maravillas, Las historias de las batallas más famosas, Los relatos de exploradores y pioneros - ahí sí nos dimos cuenta de que realmente era un tesoro. Uno puede jurar que a Julio Verne lo conoció, lo vio en el cine o en la televisión, cuando la realidad es que, gracias a esos momentos luminosos, ésa y muchas otras leyendas fueron incorporadas mediante la escucha. Con esta experiencia cobra toda su fuerza aquello de que “La mejor herencia que podemos dejar a nuestros hijos, además de buenos hábitos, son buenos recuerdos”. Y fueron esas primeras experiencias las que me han permitido mantener un estrecho vínculo con los libros; ellos hacen parte de manera natural, de mi vida cotidiana.
Inicia un círculo de lectura
- El primer paso es identificar a las personas que les gusta leer.
- No importa el número de personas, con dos es suficiente para comentar un libro.
- Se irá corriendo la voz poco a poco.
- Es importante ponerse de acuerdo en el tipo de libros, clásicos, contemporáneos, número de páginas.
- Hacer un compromiso de leer la parte del libro pactada de antemano.
- No hagas de tu círculo de lectura un espacio para hablar de problemas personales. Déjalos para el principio o el final de la sesión.
- Nombra un moderador en cada sesión, el éxito de un buen grupo es lograr que todos los participantes expongan sus puntos de vista.
Momentos mágicos |