Recuerdo que cuando era pequeña, al ordenar algo o al ayudar a mi mamá, mi papá decía muy orgulloso “es toda una mujercita“. Pero claro, yo me comparaba con mi mamá y veía que me faltaba mucho para ser como ella.
Al llegar a los 12 años, se presentó mi primera menstruación. Muchas de las mujeres y amigas de la familia me decían “ahora eres una señorita, una mujer”
¿Y antes que era? ¿Puercoespín?
Crecí y ya pasados mis 21 años, tuve mi primera experiencia sexual con el que fue mi primer novio. Mis amigas me preguntaban que sentía al haberme convertido en “mujer“. Pero a mí me parecía que ser mujer era algo más que vivir sola, mantenerme sola y tener relaciones con mi novio.
Un día, con 28 años, quede embarazada. Con todas las dudas del mundo decidí llevar mi embarazo sola. Dije “esto es lo que haría una mujer de verdad“.
Pero seguía con mis dudas…
Unos meses luego de nacida Sofía yo ya tenía 29 años y estábamos instaladas en Cancún. Mientras le cambiaba su pañal, ella fijo su mirada en la mía… y me regalo una sonrisa hermosa, intensa, sin dejar de mirarme.
Desvíe la mirada y solté unas lagrimas y dije en voz alta “esto es ser mujer”. No por la parte de las lagrimas. Mi hija me convirtió en una mujer de verdad, en una mujer completa.
En mi caso, lo mejor de ser mujer es que fui capaz de parir a Sofia. Cada vez que le cambio el pañal, la visto, le doy su biberón o le preparo la pañalera para ir a la guardería, me siento una MUJER, una mujer con todas las letras, por fin!
Publicado por Mamá gallina
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