Escrito por Rebeca Harfuch
-"Estoy consciente que los hijos son un préstamo divíno", Comentó Sara mientras bebíamos una rica taza de café irlandés y comíamos unos deliciosos cuernos de mantequilla rellenos de chocolate.
-Sin embargo siguió diciendo; "algo mal debí haber hecho con Marina"
-Marina es la segunda de sus dos hermosas, inteligentes y preparadas hijas
-"¿Por que?", Pregunté yo, sé que se independizó muy joven de ti, que es una profesionista en la salud o sea una doctora, trabajadora y responsable a morir.
- "Sí", me contestó Sara con los ojos acuosos. Sólo que cuando le llamo y no es muy seguido, pues no le gusta, sólo deseo saber de ella que me cuente cómo va, qué hace, la veo tan poco y la extraño tanto. Cuando niña era tan dulce y cariñosa, que no sé qué pasó, en dónde se rompió nuestra relación, ¿Cuándo dejó de sentir afecto por mi, su madre?
- "Sara", le dije, "¿no exageras?"
- "No, para nada, se me parte el corazón cuando lo digo, me hago la fuerte, como que no pasa nada pero, lloro en silencio sin explicarme qué, cómo, pasó". Señaló.
Noté el profundo dolor de Sara, un hijo es un hijo, ninguno sustituye a otro, y aunque su otra hija es muy cercana, le duele la ausencia de Marina.
Una historia similar a la de Sara llegó a mi memoria. Un hijo que poco se acordó de su madre después de la separación de sus padres, él prefirió quedarse en casa de su padre y ni siquiera cuando se casó se acordó de invitarla a la boda, su padre era su ídolo. Su madre jamás le reclamó nada. La vida pasa y se cobra todo, un día cuando caminaba su madre sola por la calle un infarto terminó con ella, el hijo al saberlo se volvió loco, nunca se ocupó de saber quién era esa mujer que lo amó en silencio, sin reclamos.
Hasta el día de hoy se siente con un cargo de conciencia por el abandono en que dejó a su madre, él lo dice abiertamente, ni un día deja de pensar en ella, en lo que dejó de hacer.
-"Sara sé que no es consuelo, pero ya verás tu que la situación cambia, que tus rezos, son oídos". Le dije.
-A lo que Sara me respondió; "Yo la amo con todo mi corazón y sólo deseo que sea feliz".
Escrito por Rebeca Harfuch