El platillo es único, se llama respeto puesto en una cama de lechugas de confianza grandes y pesadas, con cacahuates de sentido común, un aderezo de sentido del humor y aceitunas de tranquilidad.
Se bebe con un vino de uva de risas, cuando se puede beber y en caso de que el paladar no consuma alcohol, puede tomarse con refresco de paciencia, agua de prudencia o jugo de mesura ¡al gusto!
De postre hay mesura y sensatez con una mermelada de coherencia o bien cerezas con chocolate de amor a uno mismo y una bola de helado de soberanía personal con chispas de libertad.
Todo lo que salga de ésta ingesta diaria… Simplemente no está en el menú.
Evangelina Jiménez Olvera.