Escrito por: Evangelina Jiménez
Cuando era pequeña era muy miedosa, una de las tantas cosas que me daba miedo era la montaña rusa, eran panchos cuando iba con mis primos o mis tíos a juegos mecánicos, siempre atrasaba la fila con mis llantos, “no te va a pasar nada” me decían todos sin cesar. Terminaba trepándome por supuesto y al bajarme del juego, ya que había pasado todo el susto, me percataba de que en mi mente había sido más terrorífico. Lo mejor de todo era la sensación de miedo, emoción, náuseas, incertidumbre, todas al mismo tiempo y al final querer sentirlo otra vez.
Hoy puedo subirme al vagón sin problemas, hasta adelante, en medio, donde quieran, ya no me da miedo, de hecho hasta disfruto gritar en el momento clímax del juego. Todos los miedos son iguales, grandes, enormes antes de pasar por ellos, pero una vez que los enfrentas se achican, se hacen pequeñitos y nos hacen exclamar: “Ay, cómo no lo intenté antes”, claro que el proceso para llegar a tal exclamación es de picos, baches y dolor, de no ser así, el calificativo de miedo perdería significado.
Debemos perderle miedo al miedo mismo, es decir, no debe darnos miedo tener miedo, es muy válido sentirlo y además humano. Hay que conocer nuestros miedos, aceptarlos para que así podamos superarlos, si no los externamos seguirán siendo del tamaño del mundo dentro de nosotros, hablarlos, reconocerlos es el primer paso para poder vencerlos.
Funciona cuestionarse siempre ante algún evento que nos tiene turbados ¿qué es lo peor que puede pasar? contestar esa pregunta nos dará un panorama más amplio del cuadro que vamos a enfrentar y la forma en la que lo vamos a hacer. Hagan lo que les funcione, lo hermoso de la vida es que está llena de vagones, constantemente existirá uno en el que podamos subirnos, dejaremos pasar varios, sin embargo, algún día la feria que lleva los juegos mecánicos se irá y es entonces cuando lamentaremos no haber hecho a un lado el temor.
No dejes que el tiempo haga lo que mejor sabe hacer, pasar, y te encuentres detrás del camión que lleva los juegos mecánicos para pedir una oportunidad. Hoy la tienes enfrente, pierde el pánico, es más grande en tu cabeza, su tamaño real se determinará al externarlo. Súbete al vagón, al que más miedo da y grita en la vuelta, levanta las manos y siente el aire en tu cara, ríete del miedo que sentías antes y vuélvelo a hacer.
Además de vencer el miedo que nos paralizaba y nos negaba conocer cosas nuevas y maravillosas, será como liberar una gran carga interna que se formará constantemente, pero será más fácil desecharla porque nos volveremos adictos a sentir la levedad y claridad que provoca tirar el miedo.
Mi montaña rusa actual es cada día, lo nuevo o lo conocido también, es simplemente levantarme y salir a la calle a vivir. Respirar profundo antes de entrar a una entrevista de trabajo, ver reír a mi madre, abrazar a un amigo, dudar de todo, pensar dos veces antes de abrir la boca y decir en mi cabeza “chin” cuando no lo hice, pedirle a “Ese” en el que creo que me de paz y tranquilidad, pero sobre todo que me de un día más para hacer lo que no hice porque me dio miedo.