Escrito por: Adriana Barroso
De acuerdo con Sigmund Freud el aparato psíquico del ser humano está compuesto por tres partes:
El Súper Yo que guarda todos los deberes morales enseñados por nuestros padres y la sociedad en general. Nos dice todos nuestros “deberías”.
El Ello que encierra todos nuestros instintos, nuestras pulsiones y deseos. Digamos que es el “locochón” de la casa.
El Yo que es nuestro juicio de realidad y contacto con ella. Es nuestra consciencia. Es el mediador entre el Súper yo y el ello.
A veces sus tareas de réferi y de ser contacto con la realidad lo pueden llevar a perder su tan preciado equilibrio; es entonces, cuando se vale de los mecanismos de defensa (descritos, inicialmente, por Ana Freud y después ampliados por otros autores) para recuperar el equilibrio y así poder funcionar ante un evento amenazante.
Los mecanismos de defensa le son muy útiles al yo; sin embargo, al ser levantados inconscientemente, algunos de ellos nos pueden traer ciertos “problemillas” en nuestra vida diaria; y otros, en cambio, nos permiten adaptarnos. Así, que es mejor conocerlos para poder abrir nuestro campo de conciencia y estar en posibilidad de entender mejor nuestro comportamiento.
Primeramente mencionaremos a los que nos permiten adaptarnos de una forma sana a la realidad.
Adaptación: mediante el cual nos ajustamos a nuestras circunstancias. Los niños se disfrazan con su propia ropa ante la falta de un disfraz.
Anticipación: anticipamos los recursos y las dificultades que podemos tener para estar preparados para el futuro.
Solución de problemas: nos indica que hay una actividad de ensayo y error o bien un esfuerzo planeado para anticipar un resultado real. Aprendo de mis errores para eventos futuros.
Supresión: intencionalmente evitamos pensar en un evento estresante para hacerlo en otro momento más apropiado.
Sublimación: canalizamos nuestra agresión o el impulso amenazante en una actividad socialmente aceptada o creativa. Mediante la pintura, el canto, cualquier actividad artística; el ejercicio, etc. podemos canalizar nuestra ira, tristeza. Es por ello que espacios como este, son tan útiles pues nos permiten sublimar nuestros impulsos animándonos a escribir nuestras experiencias. Es importante, también, enseñar a nuestros niños a sublimar sus impulsos. Si descubrimos agresividad en ellos podemos encauzarlo hacia las artes marciales; si hay exhibicionismo, el teatro es una buena opción.
Altruismo: es una forma de sublimación por medio de la cual satisfacemos las necesidades deLos mecanismos de defensa le son muy útiles al yo; sin embargo, al ser levantados inconscientemente, algunos nos pueden traer ciertos “problemillas” en nuestra vida diaria; y otros, en cambio, nos permiten adaptarnos los demás. En el altruismo, como en cualquier actividad, no debemos caer en la exageración olvidando nuestras propias necesidades.
Afiliación: compensamos la ansiedad que sentimos ante una nueva experiencia haciendo amistades.
Humor: bajamos nuestra ansiedad ante un evento con una dosis de buen humor que nos permite relajarnos y ver el asunto desde otra perspectiva.
Ahora hablaremos de aquellos que se consideran neuróticos por no permitir una adaptación sana.
Represión: mantenemos en nuestro interior el evento que nos causa ansiedad hasta el extremo de no recordarlo.
Negación: nos rehusamos a creer que el evento amenazante existe o que sucedió.
Proyección: los impulsos o características indeseables que tenemos las ponemos en otro individuo, logrando así ocultarlas a nuestros ojos.
Racionalización: reducimos nuestra ansiedad al encontrar una explicación racional a lo que nos sucede.
Intelectualización: nos defendemos del evento amenazador tomando una actitud fría y analítica para explicarlo.
Formación reactiva: para deshacernos de un impulso inaceptable exageramos el opuesto. Nos podemos mostrar muy amables con alguien que realmente no nos cae bien, o bien un niño tiene celos de su nuevo hermanito y se muestra muy cariñoso para ocultar su hostilidad.
Regresión: ante un evento amenazador regresamos a la etapa de desarrollo psicosexual en la que hay una fijación. Así cuando tenemos un problema podemos comer, beber o fumar si nuestra fijación tuvo lugar en la etapa oral.
Desplazamiento: por medio de este mecanismo cambiamos el objetivo de nuestro impulso ya que el verdadero objetivo resulta amenazador. Este es el caso de una muchacha que tuvo una pelea con sus padres y se enoja por cualquier cosa con sus amigos. Aquí podemos aplicar el refrán: “No ves quien te la hace sino quien te la paga”.
Otros autores consideran otros mecanismos de defensa como la somatización, en ella el impulso indeseable se queda en nosotros y nos provoca un malestar físico o una enfermedad. Por ejemplo: tengo una discusión con mi jefe y como no puedo sacar toda mi ira, me da dolor de cabeza.
Como siempre, te invito a que lleves la teoría a un trabajo personal y descubras qué mecanismos usas, cuándo, con quién, con quiénes, en qué situaciones y cómo te sientes cuando lo haces; estoy segura que descubrirás nuevas facetas tuyas que te asombrarán.
Escrito por: Adriana Barroso